OPINIóN
Actualizado 10/10/2016
Rubén Martín Vaquero

Sostiene Ernesto, y en tono airado, que siempre que se produce una agresión sexual, el/la único/a responsable es el/la agresor/a. ¡SIEMPRE! Sin atenuantes, ni pseudo-justificaciones, ni podridas excusas. Todo el peso de la ley debe caer sobre el/la agresor/a, apartándolo/la de las calles. Pero no como castigo por su crimen, que también, sino porque no sabe vivir en comunidad.

Otro tanto ocurre con los/las ladrones/as-asaltantes que a punta de navaja intimidan o hieren a la persona que está sacando dinero en un cajero automático, o acaba de sacarlo. Tampoco hay atenuantes ni excusas.

Se podrían poner cientos de ejemplos en los que SIEMPRE el/la culpable es el/la agresor/a o asaltante y NUNCA la víctima (¿no debería ser obvio?).

Dicho esto, Ernesto defiende que los ciudadanos deberíamos poner una pizca de prudencia (aunque probablemente sirviera para poco) en nuestros comportamientos sociales, y no alardear del dinero que acabamos de sacar del banco o del cajero (que unos están al plato y otros a las tajadas), ni montar en un coche con desconocidos, ni llevar zapatos de tacón a los macroconciertos, ni perderse en callejones vacíos y mal iluminados, ni amontonarse en aglomeraciones como sardinas en lata (con el agravante del alcohol empapando el raciocinio), donde no puedes identificar al dueño/a de la mano que te tienta el bolsillo en busca de la cartera con los billetes que has ido enseñando antes.

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