OPINIóN
Actualizado 10/10/2016
Redacción

Si mi padre hoy viera a sus nietos, los hijos y las hijas de sus hijos, habría en sus ojos un amanecer sin límite, y resucitarían junto a él miles de peces, álamos y palomas. Mi padre es una espiga frente al viento y en él jamás cabrá la muerte sólida, sino una etérea y limpia claridad en la que me sostengo. Es un camino y aún brujulean sus pasos en mi conciencia y en mis palabras suena la emoción romántica y secreta de su tos bajo una luz de felpa y de tergal. Hoy lo he pensado al lado de una adelfa, viendo a sus nietos y nietas, amaneciendo como un río dulce en medio de los chopos que ahora vigilan y escoltan como antaño los pasos de su enorme corazón que aún me sostiene en su serenidad.

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