Así, con esos dos adjetivos, deseaba yo el día el sábado por la mañana en este mismo espacio a las seiscientas personas que subían a la Peña de Francia. Y así fue con buen tiempo, buena organización, numerosa asistencia, esforzado trabajo de no pocos y el buen ánimo de todos. Sobresaliente.
Y subían con dos objetivos, celebrar el Jubileo del Año de la Misericordia y publicar oficialmente las Propuestas de la Asamblea.
Subían cargados de la misericordia recordada y celebrada durante un año siguiendo la llamada del papa Francisco y casi clausurando ahora, allá arriba, un año de tan bello nombre, año de la Misericordia. Y subían habiendo descubierto, en diversos grados y por diferentes medios, la hermosura humana que encierra esa palabra tan larga y tan bien aderezada. Por delante lleva un matiz esencial y que hoy es una especia (por favor, especia, no especie) rara y costosa: es el "miseri-", es la compasión y la piedad, es la ternura que se detiene y sana, es la justicia que se alza y repara, es el corazón que porque se va a volcar se abre entero? Y es la enhorabuena primera.
Y el siguiente elemento de esa belleza rara y única que es la "misericordia" es la perla que va en el centro, "cord"- y ahí entra el turno del corazón solidario y compasivo.
No es que sea el corazón una solución para algo, más bien para casi nada, pero es capaz de transformar cualquier gesto rodeándolo de humanidad. Y nos hace la misma falta para sobrevivir que el aire o la luz. Y está siempre ahí al alcance de cada uno, en el centro mismo de la misericordia. Que no engañe la palabra, tan larga y desusada, porque dentro lleva la clave, casi la contraseña, de nuestras páginas más humanas. Y es también la clave de la vida y de la misión de cualquier cristiano en Salamanca, subiera o no subiera el sábado a La Peña.
Por eso felices y con suerte los que subieron a la Peña de Francia para sellar un compromiso de misericordia de por vida. Subieron tal cual y bajaron llenos de humanidad de la buena y de gracia de la de Dios. Enhorabuena número dos.
Pero hay más porque esos centenares que subieron lo hicieron además para recibir, allá en lo alto, un encargo importante: llevar al mapa entero de la diócesis la novedad, la que haya y la que haya que ir añadiendo, de las Propuestas de la Asamblea, aprobadas allí y mandadas y encomendadas a todos desde el alto más alto de la diócesis (¡1.730 mts!) por nuestro obispo don Carlos. Ahí están las Propuestas y ahí quedan como agenda y desafío. Y quedan mandadas y encomendadas y hasta con algo de prisa porque todo apremia y la necesidad es mucha y los obreros más bien pocos. Y lo que se dijo en lo alto de un monte ya no se puede esconder debajo de ninguna medida ni de celemín ni de prudencia ni de pasividad ni de acomodo.
Y muchos de ellos ya lo han dicho, los que subieron con poca o mucha expectación personal y pastoral bajaron sin duda mejorados en mucho y con el ánimo pronto y dispuesto para esa misión diaria, diversa, urgente y apasionada que la Asamblea propone. Enhorabuena número tres.
Resumiendo, con la subida a la Peña o sin ella todos los cristianos de esta tierra estamos ya contratados y vamos de enhorabuena. Y es la enhorabuena número cuatro.
NOTA
Mirando los espacios de noticias del día después, que fue ayer domingo, echo en falta una información como, creo yo, se la merecería un acontecimiento semejante, con tal número de personas y en un acto en ese lugar como final de dos años de trabajo de cerca de dos mil cristianos salmantinos. Así es la vida, a veces se esconde, por parte del lado que lo descuida, lo que debería ser visto o, por el otro lado, pienso cada vez más en eso tan de menos como es la realidad publicada. No es un acertijo, está claro.