OPINIóN
Actualizado 09/10/2016
Rebeca Martín

Teóricamente las funciones de la lectura han sido ampliamente detalladas y definidas. Leer da a conocer otras formas de vida, desarrolla la imaginación y el conocimiento, alimenta la curiosidad y ayuda a comprender, mejora la capacidad de expresión, aporta disfrute y diversión, es un proceso interactivo y continuo?En definitiva, el acto de leer puede ayudarnos a encontrarnos a nosotros mismos, o a evadirnos en busca de otros distintos de nosotros.

Hay ciertos lectores - ventana que buscan un espacio abierto al mundo exterior para imaginar. Son aquellos que buscan conocimiento, que leen por el hecho de entretenerse y conocer más de lo que les rodea, los que con la imaginación pueden llegar a lugares que nunca visitarán en la vida real, ya sea porque no existen o porque están demasiado alejados de su realidad. Un libro es, en definitiva, un breve resumen de la imaginación humana, de la realidad vital y de la sociedad pensada.

En cambio existen otros lectores- espejo, para los que el libro es un retrato de cristal en el que buscan su propia imagen reflejada, en un intento por entenderse mejor a ellos mismos y a sus circunstancias. Pablo Albo, domador de palabras, opina así "Si te asomas a un libro y te parece un espejo, ese es EL LIBRO. Te reflejas en él, habla de ti, aunque use otros nombres, otros lugares, otros tiempos, otras vidas. Entonces te ves desde fuera y te entiendes un poco. Te das cuenta de que dice lo que te pasa a ti con las palabras que tú andabas buscando hace mucho. Ése es TU LIBRO."

Lo cierto es que para muchos lectores la intención de la lectura no se puede distinguir con tanta claridad y adscribirse solamente a una de las dos líneas anteriores. Ambas cosas pueden convivir. De hecho, el libro siempre es una parte del escritor, es una ventana por la que nos permite mirar en su interior. Al abrirla la sensación de disfrute es más intensa si, por causas del destino (o de la línea editorial que ya conocíamos, la recomendación que nos ha hecho algún familiar, etcétera) además nos vemos reflejados en su espejo. Optimizar la experiencia de lectura es posible si, el texto que aparece entre paréntesis, se convierte en una premisa básica a la hora de escoger una lectura. No hacerlo al azar, sino intentarlo con mimo, con cuidado, buscando un libro como quien sabe que está buscando el mejor regalo.

Ahora, ¿qué pasa cuando el libro se convierte en una pared?

A veces ocurre. Abres la página de un libro y no ves nada. Estás leyendo pero no entiendes al personaje, no te interesan sus avatares y cada una de las descripciones que hace el autor, te recuerdan a hileras de palabras sin sentido, párrafos huecos que no aportan contenido. Cuando a veces escuchamos a los más pequeños quejarse de que no les gusta leer, que es aburrido y no les apetece, deberíamos preguntarnos algo:¿es el libro adecuado? Para el niño y para el adulto que se enfrenta a esta situación, seguir leyendo es como darse golpes contra una pared. No sigas. Cierra el libro. Y abre otro. Así hasta que encuentres tu ventana o tu espejo, hasta que descubras tu reflejo o el espacio necesario para dejar volar tu imaginación.

Para concluir, este artículo no habría sido posible sin las reflexiones recopiladas en Palabras por la Lectura, una obra en la que 41 autores reflexionan sobre qué es y qué efectos tiene la lectura. Entre ellos hay escritores, como John Berger, Amos Oz o Gustavo Martín Garzo; profesores como Emilio Lledó o Juan Mata; bibliotecarias como Blanca Calvo, Marta Torres o Geneviève Patte; editores, libreros, ilustradores, psicoanalistas, sociólogas, narradores orales... ofrecen sus visiones particulares avaladas por unas valiosas trayectorias profesionales.

Feliz domingo para todos.

Rebeca Martín

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