CULTURA
Actualizado 02/10/2016
Redacción

El grupo de teatro Lazarillo de Tormes estrena sus actuaciones de otoño en un pueblo que podría conectar perfectamente con el espíritu y vida de la carmelita

Con la fuerza del agua y la piedra. Así llegó en la tarde del 1 de octubre 'Teresa, la jardinera de la luz' a la localidad salmantina de Fuentes de Béjar. Toma este pueblo su nombre de los innumerables manantiales, arroyos y veneros que tiene la suerte de disfrutar, y que alimentan al río Sangusín que riega la comarca. Lugar de paso del ganado hacia tierras de Medina del Campo, forma parte también de los distintos emplazamientos de nuestra geografía castellana que unían diversos caminos con los de la ruta de la Plata. Situado en una zona próxima a la sierra, posee bellísimos parajes que invitan tanto a caminar como al reposo del alma. Es de reseñar que el conjunto de sus casas, algunas de ellas nos hablan de un pasado noble, es de hermosa factura. Esto es debido a la buena calidad del granito de sus canteras y de una larga tradición de maestros, que no sólo extraían la piedra, sino que la trabajaban magistralmente. Todo ello ha dado lugar a este rincón de la tierra salmantina, reposo e incentivo de cuerpo y alma, y al que llega la historia de una Teresa de Jesús que no puede estar más conectada con algo que nos habla de caminos, fuerza vital y resistencia de lo que de verdad merece la pena por auténtico

El grupo de teatro Lazarillo de Tormes estrena, por tanto, sus actuaciones de Otoño en un pueblo que podría conectar perfectamente con el espíritu y vida de la carmelita. Sabemos, y de esto es gran responsable 'Teresa, la jardinera de la luz', que esta particular jardinera que fue Teresa de Jesús, permitió que su vida fluyera de la mano de un Dios al que se entregó en plenitud y que, a pesar de su debilidad física, forjó en ella una personalidad fuerte como la piedra de las canteras de Fuentes de Béjar y hermosa y resistente como los edificios que los maestros canteros consiguieron levantar a partir de un granito bello y duro como lo fue en su tiempo esta mujer. Y mucho tuvo que serlo para conseguir hacerse oír en aquella época, el siglo XVI, en el que como bien sabemos, el mundo femenino estaba relegado a funciones establecidas entre las mujeres como propias de su condición, mientras los hombres, sin duda los más poderosos, decidían el "modus vivendi", del resto de la sociedad. Aún procedente de una familia privilegiada, y dotada de una inteligencia brillante, esta monja no cejó en su empeño de demostrarle al mundo que lo único grande, importante y justo era el mensaje de amor sin cortapisas que su amado Jesús de Nazaret nos trajo. Con esta convicción rompió moldes y barreras.

Teresa fue antes que santa, mujer, aunque la iglesia no tardara en canonizarla, apenas cuarenta años después de su muerte, quizá en un intento de justificar su tan íntima relación con Dios. Cuando nos envolvemos irremisiblemente en la complicidad que esta magnífica obra de teatro nos ofrece, entendemos su dimensión humana, su altura intelectual y teológica, y sobre todo la energía que algunos privilegiados tienen por la seguridad de que algo por encima de ellos avala su forma de pensar y sentir, su vida en definitiva. La luz de Teresa fue como el agua que se almacena y brota alegre de entre terrenos pedregosos, que mana con fuerza y transmite energía. Y sin embargo no podemos dejar de sorprendernos ante la sencillez y dificultad de una existencia plenamente elegida y que la condujo a lo más alto, entre nosotros, y ante su Dios.

Primero de octubre

Este primero de octubre, en el que 'Teresa, la jardinera de la luz' nos vuelve a deleitar en Fuentes de Béjar, es una fecha interesante en muchos aspectos para una monja que tan profundas huellas dejó para la posteridad. En la semana que nos precede, hemos recordado su nombramiento como doctora de la Iglesia un 27 de septiembre de 1970, bajo el Pontificado de Pablo VI. La Iglesia Católica, en cuyo seno Teresa se ufanó de morir, como así lo expresara en su último aliento. Reconocía en ella, no sólo su altura espiritual como santa que es, sino su condición humana, por poseer una mente y conocimientos privilegiados en cualquier persona, y por ende mujer.

Otra religiosa, aunque no carmelita, compartiría con Teresa este doctorado, pues Catalina de Siena fue investida del mismo en la misma fecha. Ambas, santas, doctoras y aunque sea triste recordarlo por el mero hecho de tener que hacerlo, mujeres. Lo curioso por casual en este 1 de octubre, es que se celebra la festividad de santa Teresa de Lisieux, más conocida como santa Teresita del Niño Jesús, tercera de las cuatro mujeres nombradas doctoras de la Iglesia. Teresita compartía con nuestra Teresa no sólo el nombre, sino también la orden religiosa, pues profesó en las carmelitas siendo apenas una niña. Imbuida de un profundísimo amor a Dios tuvo, como la de Ávila arrebatados episodios místicos, y una vida apoyada en el amor, la confianza y la humildad. Para acabar con esta secuencia de coincidencias en fechas, que nos hacen ser conscientes de ante qué personaje nos encontramos, el próximo 6 de octubre es el día en que Teresa de Jesús fue nombrada también, doctora "honoris causa" por la Universidad de Salamanca, y que el grupo Lazarillo de Tormes nos recordó el pasado año con la representación de 'Teresa, la jardinera de la luz' en la capilla universitaria sita en el Edificio antiguo de la mencionada universidad. Y aunque Teresa fuera reconocida en su santidad en temprana fecha, estos nombramientos posteriores no hacen más que ratificar su condición de gran mujer, llena de alegría, sentido del humor, misericordiosa para con todos sus semejantes, y una gran intelectual de enorme talla espiritual, y con un valor infinito como lo era su amor a Dios, que le permitió no dejar indiferente a nadie que la conoció o de ella supo en aquella época.

De todo lo mencionado nos habla 'Teresa, la jardinera de la luz'. Su guionista y director, Denis Rafter, como los maestros canteros de Fuentes de Béjar hacían con el granito, ha sabido extraer de la valiosa calidad de la vida de Teresa de Jesús, un precioso resultado como lo son las construcciones de este pueblo. Mucho era el material con el que trabajar, pero gracias a la encomiable ayuda e investigación por parte de todo el grupo de teatro, se fue configurando este montaje, que en bellas escenas, como lo son las casas de este lugar, van presentando una figura que desconocíamos por lo distante que siempre nos pareció, y que sin embargo nos deja perplejos por su humanidad, su universalidad en el tiempo y por sus dotes humanas y místicas que han trascendido a lo largo de los siglos.

Dicen que en estos parajes de la Sierra de Béjar, hay tantos manantiales o fuentes, que a todas se les ha puesto un nombre. De igual forma, y como fuentes que surgen de un manantial madre, llegan Ana, Catalina, Clara, Francisca, Juana, Lucía y Soledad, hermanas carmelitas de Teresa, a pasar con su madre los últimos instantes de su vida. A través de ellas, conocemos lo que ésta ha supuesto en sus vidas y el alcance que ha tenido después de tantos siglos. Entramos absortos y divertidos en su cotidianidad, nos emocionamos con sus bellos poemas de amor y la sensibilidad literaria que pone de manifiesto tan profundo sentimiento; admiramos la fuerza y tesón de una viajera en pos de llevar a cabo una revolucionaria reforma de una orden corrompida como lo era la carmelita en el siglo XVI. Y sobre todo vemos a una mujer cercana que no sólo escribe libros por mandato de sus superiores, para aleccionar a sus hermanas, sino que también tiene una amplia correspondencia epistolar que le permite mantener viva su relación con familiares y amigos, entre los que se incluye el mismo rey Felipe II, a quien no deja de quejarse si es menester. Todo ello parte de Dios y la lleva a Dios. Por el camino algunas torres enrocadas no permiten su avance. Son hombres prepotentes y poderosos que sospechan de su condición de mujer y religiosa preparada en todos los ámbitos de la vida, y que desean verla ardiendo en la hoguera de la Inquisición. Como uno de estos torreones, que también abundan en la comarca del pueblo anfitrión de esta tarde, un oscuro padre dominico, subido a un púlpito, y enviado del Santo Oficio, es el encargado de dar la réplica a estas monjas, en un debate en el que apreciamos vivamente la labor de Teresa, pues conocemos a unas mujeres valerosas y decididas a descubrir la auténtica luz de su madre frente a la oscuridad de las mentiras que nacen del miedo a perder el poder de este mundo terrenal.

La iglesia de Nuestra Señora de la Purificación aporta la luz precisa que de su advocación se deriva, pues el pueblo celebra su fiesta en La Candelaria. Esta festividad nos envuelve en la luminosidad que conduce hacia la primavera. Pero no importa que estemos en otoño y los colores se tamicen de luces más somnolientas; tampoco importa qué altar de qué iglesia sea el que enmarque a 'Teresa, la jardinera de la luz', ya que ante unos hábitos de original paño de estameña, un púlpito envuelto en oscuridad, y una maravillosa música renacentista que parte de la réplica del órgano del maestro Salinas, Lazarillo de Tormes nos transporta al mundo de Teresa de Jesús, allá por el XVI. Los actores desaparecen y sólo oímos las voces de los personajes, sus nombres, sus palabras hablando de Teresa. Y es que de igual forma y en cada una de las presentaciones, desde la primera hasta la número 132 de hoy, su productor Javier de Prado nos ha recordado la exclusividad de todas y cada una de ellas porque al igual que la protagonista de este trabajo, que partió de las manos de este hombre, conocedor profundo del mundo del teatro, cada representación es única, como lo es el público que acude a verla. Sólo hay que sentir el calor y la intensidad de los aplausos y felicitaciones, que como los de esta tarde ponen el colofón a este gran trabajo que un grupo de aficionados ha sabido elevar de categoría para alcanzar una auténtica calidad digna del mejor de los profesionales.

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