Profesor de Derecho Penal de la Usal
El pasado domingo se celebraron las elecciones autonómicas en País Vasco y Galicia. Los resultados eran los esperados, al menos en lo relativo a las fuerzas políticas vencedoras de los comicios: el PNV en Euskadi y el PP en Galicia; es decir, la derecha de la democracia cristiana con alma socialdemócrata, pero también nacionalista y la derecha más conservadora, no del estilo europeo, sino enraizada en la tradición del partido conservador español fundado por Cánovas del Castillo en el periodo de la Restauración, en la que el caciquismo fue la pieza esencial sobre la que descansaba la contienda electoral. Dos "derechas", por tanto, antagónicas, que, a su vez, han sido parte, cada una, de la tétrica historia de las "dos Españas". Las dos tienen algo en común, son de confesionalidad católica; ahora bien, mientras en la segunda comulgaron los prelados más integristas y adeptos al nacional catolicismo de la guerra civil y la posguerra franquista; en la segunda, los curas de mayor compromiso social y más próximos a las clases humildes y trabajadoras, que se aliaron al bando republicano en la incivil contienda del 36. Tampoco coinciden en las simpatías por la forma política del Estado; mientras la primera es claramente republicana, la segunda es, en su inmensa mayoría, monárquica.
La segunda lectura de los resultados electorales es que el partido que gobierna en España, el PP, es absolutamente residual en Euskadi, como siempre; aunque a esta tradición histórica se le ha unido el PSE-PSOE. Esto sí es una sorpresa y de una gravedad si parangón para este partido, ya que el socialismo vasco ha sido una pieza clave, tanto en el exilio franquista, como en los últimos cuarenta años que llevamos de democracia en España. Bien es cierto que los votos que ha perdido el PSE se han ido mayoritariamente a Podemos, aunque también el PNV ha sido beneficiario de ese éxodo de votantes (también de los electores más moderados del PP y desencantados con esta fuerza política).
En Galicia tampoco ha cambiado nada; bueno sí, que el PSdeGA-PSOE se ha hundido y ha sido superado en votos por la marca gallega de Podemos (En Marea), formación política a la que ha ido esa fuga de electores de izquierdas. Y una nota característica de ambas elecciones es que Ciudadanos no ha sacado ningún escaño (ni en Euskadi ni en Galicia). La formación de Rivera ha sido fagocitada por el PP. Ha pagado su precio por el apoyo al PP en las dos sesiones frustradas de investidura de Rajoy, puesto que la representación política de Ciudadanos a nivel nacional es debida a electores conservadores moderados desencantados con el PP.
La tercera lectura de los resultados electorales (aunque aquí sólo en el caso de Euskadi) es que, una vez más, el partido que gobierna en España es el menos preferido de los electores, algo parecido a lo que ocurre en Cataluña y esto sí es realmente grave y preocupante para el PP y que debería gestionar con mayor inteligencia. No se puede seguir gobernando ignorando las reivindicaciones de miles de ciudadanos de una y otra comunidad que desean que se renueve el pacto social y político que nos unió a todos los españoles en 1978. La realidad actual es muy diferente a la sociedad española de la transición y realidades diferentes deben ser abordadas por marcos jurídicos también diferentes; siempre, eso sí, que se respeten los principios y valores del sistema democrático. Todo cambia, nada es para siempre, "ningún hombre puede cruzar el mismo río dos veces, porque ni el hombre ni el agua son los mismos", decía Heráclito. Y este cambio, estas nuevas realidades sociales deben ser estudiadas políticamente para mejorar la convivencia. Víctor Frank afirmaba que "cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos".
No obstante, analizando los últimos resultados electorales de Euskadi y Galicia, tenemos que darle la razón a la cantautora argentina Mercedes Sosa cuando en una de sus canciones más emblemáticas decía que todo cambiaba en la vida, salvo algunas cosas: