Las calles de Salamanca están habitadas de poetas, de poetas y de fotógrafos, de pasado y de presente. Unamuno sigue recorriendo las calles de sus versos y Amador continúa fotografiando la luz que se refleja en las piedras doradas en las que vive el poeta.
La nuestra es una ciudad literaria de carne y piedra. El Casino de Salamanca aún es el escenario de los primeros bailes de Carmen Martín Gaite. Nunca he entrado en el Casino y cuando lo hago, no hay sitio y tengo que recoger una silla junto a la pared donde el rector Unamuno, desde su busto de piedra, nos recuerda que ahí mismo tenía su tertulia. En Salamanca cada rincón está habitado y sus enamorados deambulan por las calles, escribiendo cada rincón para versificar presente y pasado. Con el documental Horas serenas del ocaso breve, el fotógrafo y poeta José Amador Martín no solo reivindica al poeta Unamuno, sino que recobra la poesía del rector para hacer, de nuevo, un recorrido sentimental por sus paisajes. Ambos enamorados de la misma mujer, ambos escribiéndola, recorriéndola, fijándola. En un ejercicio de inquietante belleza, el poeta y fotógrafo deviene guionista y director del recorrido sentimental por la memoria poética del autor vasco en la persona de un José M. Sánchez Terones, Unamuno redivido, junto a la belleza inquietantemente estática de Lydia de Sousa. Y la ciudad, porque en este documental hermosísimo, la protagonista es la ciudad de Salamanca, aquella que inspiró al poeta Unamuno desde su primer libro de poesía publicado en el 1907 hasta el último.
Evocado por los grandes especialistas en Unamuno como el profesor Blanco, Ana Chaguaceda, director de la Casa museo del autor y el nieto del escritor, Pablo Unamuno, el poeta aparece como un enamorado de la ciudad a la que evoca desde su exilio en Fuenteventura donde escribe el poema cuyo primer verso da nombre a este documental. Frente al mar, lejos de aquello que amaba, Unamuno, en palabras de Pilar Fernández Labrador, evoca la ciudad de cuya belleza disfrutó y que ahora engrandece cuando recordamos los versos que dedica a Salamanca. En su sentida intervención, Fernández Labrador no solo nos leyó las palabras de Unamuno recitando de una manera bellísima ¡Qué difícil es encontrar una voz para los versos! sino que nos recordó que para el escritor No hay más verdad verdadera que la poesía. Unamuno, aquel ilustre pensador que, en el Casino se convertía en un animado conversador. Unamuno, quien después de su altercado dialéctico con Millán Astray, llegó al Casino donde ahora nos encontramos buscando el apoyo de sus amigos y consiguiendo un silencio culpable con el que se marchó a su casa de la que solo saldría muerto. Unamuno, para quien, según Pilar Fernández Labrador, Salamanca se vistió del dorado más hermoso.
Estamos en el aniversario del escritor quien, el 29 de septiembre del 2016 hubiera cumplido 152 años. Y sin ser olvidado, Pablo Unamuno nos recuerda que todos los actos en homenaje a su abuelo están siempre llenos. Salamanca sabe agradecer a Unamuno el amor que le dedicó en estos versos sentidos que oiremos en el silencio religioso con el que se visiona el vídeo y que acaba en un largo, sentido, emocionado aplauso que parece no acabar nunca. Porque este trabajo no es solo un homenaje, una reivindicación al poeta vasco, al Unamuno enamorado de la ciudad y del campo que la circunda. No. Amador Martín ha hecho de este documental un recorrido feliz por aquello que hace grande, más hermosa aún Salamanca: sus excepcionales fotografías, sus lugares míticos como la biblioteca de la Universidad, su relación con el Unamuno más entrañable, más trascendental, más religioso, más vivo, más dedicado a la ciudad a la que amó y a la que encargó que guardara entre sus piedras su memoria. Y lo hace desde la humildad, desde la colaboración? músicos, pintores como Miguel Elías, diseñadoras, expertos? con generosidad y con afecto, Amador consigue bordar una obra coral que, con el excepcional pretexto de Unamuno, homenajea la belleza de una ciudad que todos los días recorre con su cámara para entregárnosla, con la mayor de las generosidades, convertida en arte.
El poeta genial, entregado, apasionado, enamorado de la ciudad, obsesionado con la eternidad, capaz de vivir la vida cotidiana con la misma intensidad, recorre en imágenes bellísimas su propia vida en la ciudad y el campo que amó. La modelo, hermosa como un sueño, Lydia de Sousa, lleva en la mano la maleta con la que Unamuno partió a su doloroso exilio. Allí evocó las horas serenas pasadas en la ciudad tras cuyas torres el ocaso es breve y hermoso como un regalo cotidiano. El mismo que nos ofrece todos los días y que Amador recorre para nosotros. El ha sabido concitar las sensibilidades con las que Salamanca se cuenta, se canta, se versifica, se ve y se siente. De ahí el silencio con el que recibimos, comunión profana, las palabras de Unamuno, las imágenes del autor enamorado de una ciudad que toma cuerpo en una modelo que recorre los caminos de la memoria. Solo pura belleza a la que respondemos con una ovación larga y cerrada. Hemos asistido al milagro de volver a leer la historia diaria, y entre nosotros, el escritor, habita estos versos que quedan como un eco en la memoria. Salamanca sigue siendo el lugar donde Unamuno guarda su alma, un alma que Amador nos ha entregado con esa generosidad que le engrandece? y no podemos por menos que emocionarnos? y unamizarnos.
Charo Alonso