Sobre un lienzo de añiles
se adivinan
los edificios.
Quietos
y arrugados,
los pájaros respiran lentitud.
La luz, como una artrítica mujer,
cojeando
se guarece en las esquinas.
Queda en la atmósfera
un poso de dolor
-siluetas que deambulan
bajo el frío-,
el anticipo de ese atardecer
que, a veces, da sentido a la emoción
de estar sentado aquí
sobre el silencio,
sobre esta soledad que ya no es mía.
Alejandro López Andrada
Los ángulos del cielo (Claridades)