OPINIóN
Actualizado 26/09/2016
Antonio Matilla

No se me había ocurrido nunca pronunciar -y menos sentir- esta frase atribuida a Groucho Marx, y seguro que es suya, como suya se la ha apropiado su aventajado discípulo moral e intelectual Quino, el formidable dibujante argentino-español-catalán, o sea su entrañable personaje Mafalda. No entra en mi ADN pronunciarla, pero hace unos días los médicos vinieron a decirme que tenía que parar y dejar que, si no el mundo, al menos "mi mundo" se parase porque ahora tocaba cuidarse y reponerse de una insidiosa neumonía autoportante, o sea producida por bacterias propias mías, sin necesidad de importación, que ya tenemos suficientes males en nuestro propio interior, sin necesidad de recurrir a "ayudas" externas. En fin, estaba yo empezando a adaptarme a estar en la nube de ese parón obligatorio, pero todavía con la inercia de hacer algunas cosas mientras me iba recuperando, cuando me pareció oír, allá a lo lejos, en medio de mi sordera temporal, una frase pronunciada por los supertacañones, o sea, el personal sanitario responsable de mi salud: "No es no y ¿qué parte del no es la que Vd. no ha entendido?". Vale, vale, que me deje de proyectos y me dedique al proyecto de curarme, que ya lo he entendido, que no soy como otros ?sin señalar a nadie-. Gracias. Y en eso sigo todavía.

El mundo, o sea "mi mundo" pudo pararse durante unos días o semanas, pero ya me daba yo cuenta de que, en realidad, seguía dando vueltas a mi alrededor, porque asistía a los cambios de turno de las enfermeras, todas amables y profesionales, a la par que disimuladamente estresadas, mis hermanos pedían o se tomaban un día libre para venir a acompañarme o pasar la noche junto a mí -¡Gracias, María!- y muchos feligreses y amigos descabalaban sus planes de vida ?¡Gracias, Mamen, gracias D. Carlos!- para venir a visitarme y animarme, siquiera un ratito o tardes enteras.

La pachuchez no adormece el sentido espiritual de la vida, sino que lo profundiza y hace subir desde el fondo más profundo de la experiencia de la debilidad y la dependencia la palabra ¡Gracias!, haciendo del prójimo que me acompaña un sacramento de la compañía, la cercanía y la Misericordia radicales de Dios para conmigo. Tampoco atufa del todo la capacidad crítica, porque te permite detectar errores bienintencionados en el acompañamiento de los enfermos y pachuchos en general, sobre todo cuando se empeñan en repetirte el buen deseo de que te cures pronto y que le veamos cuanto antes en sus tareas habituales. Esos buenos sentimientos les impiden darse cuenta de que, en realidad, te están estresando y agobiando, pues el paciente de sobra sabe que las cosas de la Biología y de la Medicina tienen su protocolo y su ritmo y "no puedes añadir un codo a tu estatura por más que te empeñes", cargado de potente buena voluntad. Al parecer, Dios hizo las cosas de la Naturaleza muy bien, sujetas a su propio ritmo y, lo mejor que podemos hacer y desear, es adaptarnos, pegarnos como una lapa a esa velocidad de recuperación, respetando las Leyes de la Naturaleza, o sea, el sentido, el Logos, de la Creación misma, de la que mi espíritu, mi cuerpo y mi pachuchez forman parte. Ya hay una petición fundamental en el Padre Nuestro que nos indica el camino: "Hágase Tu voluntad". Iremos tanto más deprisa en la recuperación de la Salud cuanto mejor nos adaptemos a la voluntad de Dios, que está mediada por la Biología humana y por sus intérpretes autorizados, los médicos. Pero bueno, como en esos deseos hay un fondo de Bondad, supongo que todo suma, aunque sea de manera misteriosa.

Y en estos caminos me ando, caminos de recuperación física y de experiencia espiritual acumulada, que eso pesa poco en la conciencia, antes al contrario, la libera y la prepara para nuevos senderos y escaladas, cuando Dios ?y sus mediaciones- quiera.

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