OPINIóN
Actualizado 24/09/2016
Redacción

Un hilo tras otro, una hebra detrás de otra en la tarde, una solana más en el balcón.
Eres joven y quieres bordar lo que has visto hacer en sus paños a tus mayores.
Y los haces cuajando las fugaces horas en un lienzo de lino tal vez blanqueado con ceniza y agua del río Francia.
Tu juventud se irá; pero tus hilos permanecerán.
Luego algún jueves de Corpus mostrará tu obra en el balcón intentado impregnarse con el olor del cantueso con el que han alfombrado las calles. Después, lo guardarás en el murmullo sordo de un arcón en cualquier rincón.
Y de un baúl dormido en una alcoba, como se duermen los gatos en las losas del fogón en invierno, rescaté este paño hecho con las manos moceñas de mi madre. Ella, cuando le pregunté me dijo: " Ay, prenda, como que no me acuerdo de cuándo lo hice. Entonces éramos tan jóvenes y cosíamos tanto...".
Sin embargo, yo busco por alimento, como a las tradicionales figuras iconográficas serranas (El juguetón león, la pájara cantadora, el águila bicéfala de corazón matrimonial, la trucha florida ) que a la memoria le salgan de la boca la flor de la palabra fértil para encontrar mis hilos de lino, blanquearlos con la negra tinta de la letra y contar historias serranas en los paños de las hojas.
Serrano nací, larga es la distancia, ásperos los trapos del olvido, hueco el camino de los trasterrados y húmedo el deshilachar continuo del tiempo en los lienzos de nuestra querencia.

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