Los últimos selfies a pie de tendido, la despedida de nuestra Glorieta bonita con sus luces blancas encendidas para despedir una feria nueva
Por Ana Pedrero
El día de San Mateo transformó un año más los tendidos en una fiesta con un público distinto que sigue acudiendo desde la provincia a festejar al patrón. Y cayeron generosos los cerrojos de la puerta grande de La Glorieta por triplicado en la tarde de los rejones, la despedida y el cierre, el brindis con el vino de Toro y el sabor del hornazo en el cuarto, los pañuelos al viento como si no hubiese un mañana y el verano pugnando por abrirse un hueco en el otoño que ya acorta los días y refresca las noches en el loco septiembre. Felisidá plena.
Alcaldes y concejales en los tendidos después del acto institucional de cada 21 de septiembre; el último puro de la feria, el coro de grada patas arriba con el pasodoble del Viti, los últimos selfies a pie de tendido, la despedida de nuestra Glorieta bonita con sus luces blancas encendidas para despedir una feria nueva con amigos viejos y el sabor de las decepciones y los triunfos, todo lo bueno vivido en la feria para que lo malo se lo lleve el viento.
Salamanca volverá hoy a la paz de sus días y de sus noches, a la silenciosa calma en los alrededores de La Glorieta, a esperar la caída de la hoja y el frío del invierno mientras se perpetúa en el campo el milagro de la crianza del toro bravo, el que algún día saldrá en la plaza por la puerta de chiqueros para pelear por su vida.
El tendido joven mirando al futuro, el personal de la plaza posando para la última foto; gente guapa y gente dominguera, como quien va a misa con sus mejores galas; un pequeño de no más de tres años saltando en el tendido sacando su pañuelito blanco pidiendo oreja como si en ello le fuese la vida, aprendiendo la afición de la mano de sus mayores. Señoras recién llegadas de la playa, escotes morenos, el bótox en los pómulos, las plataformas imposibles, el rubio más rubio, los labios perfilados, el marido trajeado al lado, las almohadillas bajo el brazo. La "felisidá" a veces es esto, vacaciones, un maromo que te quiera y una tarde de toros en La Glorieta.
El penúltimo gin a pie de barra sin rodaja de limón, que ni eso ya quedaba; que la última copa nunca se toma. La caricia del sol en los rostros curtidos de quienes trabajan las tierras y generan riqueza para la provincia con sus manos. Y en el ruedo caballo y caballero, el toro despuntado, la doma prodigiosa, las cabriolas, banderillas y rosas como un rosario, el rejón de muerte, amen Jesús y sanseacabó.
Salamanca cerraba su feria con el santo Mateo transformando los tendidos, La Glorieta abierta de par en par desde el ruedo al cielo y la alegría en los rostros de quienes se despedían junto al bronce del Viti hasta el año que viene, hasta la feria 2017 que comenzaba hoy mismo cuando caía el sol y dos hombres y una mujer se elevaban sobre el resto de los mortales y tocaban el cielo limpio de la ciudad dorada.
Y todos salían contentos. A veces la felisidá es esto y no seré yo la que no lo cante, lo respete y lo celebre.
Fotografía: Adrián Martín