OPINIóN
Actualizado 21/09/2016
Manuel Alcántara

Los avances científicos requieren de la experimentación. Es bien conocido que la ciencia basa su éxito en el desarrollo del método experimental gracias al cual se validan hipótesis mediante su comprobación en casos concretos. No es un asunto sencillo y hay además posiciones teóricas contrapuestas entre el sentido de la verificación adoptado por el círculo de Viena o el de la falsación popperiana referida a la refutación por los hechos de la experiencia. Por otra parte, hay ámbitos diversos en los que el conocimiento científico se mueve de manera procelosa alcanzando efectos de significado muy diferente. Ello resulta evidente si se consideran explicaciones teóricas de fenómenos sociales y otras de aspectos biológicos. Si bien hoy en las primeras se dan pequeños avances en la experimentación, en las segundas ésta es imprescindible.

Realizar experimentos administrativos mediante la petición a la Administración de servicios o de respuestas a reclamaciones fruto de una intencionalidad determinada para conocer su calidad de respuesta, o provocar reacciones ante estímulos concretos en poblaciones que a la vez estén respondiendo encuestas es algo que se viene haciendo desde hace tiempo aunque su validez es todavía cuestionada. En cualquier caso, sus resultados contribuyen a la mejora del accionar público o a saber mejor de la conducta humana. Otra cosa es el avance del conocimiento en el ámbito biológico y, más concretamente, en medicina. La experimentación que tuvo un hito en la práctica forense giró dramáticamente con el avance de la farmacología, pero ésta dependía de la bondad de los fármacos y ellos debían probarse antes?

La necesidad de contar con la evidencia probatoria en sujetos vivos animó a su utilización en los experimentos con animales, pero no siempre fueron eficaces, de ahí que se extendiera a los seres humanos. Sin embargo, ello trae consigo riesgos que solamente pueden ser mitigados mediante incentivos, bien de sesgo ético o de corte crematístico. En Boston, una de las ciudades del mundo con mayor concentración de instituciones de investigación, dentro de los reclamos publicitarios dos anuncios en el metro llaman poderosamente mi atención: el primero se refiere a una investigación que estudia la ansiedad, el segundo tiene que ver con una vacuna del VIH. Los emolumentos para quienes se atrevan son interesantes, la seguridad ?se dice- está garantizada y el prestigio de la institución peticionaria parece asegurar el éxito de la requisitoria. Algo tan natural, pero a la vez tan escalofriante.

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