Yo, qué quieren que les diga, a pesar de todos los pesares, me alegro de ver a la gente en la calle, inaugurando el curso, regresando a lo cotidiano, quedando con los amigos y los clientes. Y me gusta pensar que hay gente que sabe hacer bien su trabajo, q
Se nos acaban las Ferias y Fiestas con regusto a pólvora de fuegos artificiales, eco en la Plaza Mayor de conciertos, flauta y tamboril y mientras guardamos la Mariseca para el próximo septiembre aún queda un poco de sol y un fin de semana para tomarse algo en nuestras queridas, denostadas casetas. Que conste ante todo que estoy de acuerdo con el maestro Ignacio Francia, a quien su amor por esta ciudad no solo nos ha dado libros memorables, artículos y estudios eruditos, sino también el toque de atención acerca de cómo debemos cuidar esta belleza nuestra, frágil a pesar de la piedra? Y es que la Feria de día y sus casetas, sean del color que sean, suponen un atentado estético y el trajín de sus suciedades y nuestros descuidos maltratan estas calles nuestras de ordinario dedicadas a la calma y al paseo? Sin embargo, vaya por delante un elogio al hostelero valiente que se atreve, habida cuenta de los astronómicos gastos que supone, montar una caseta, y todo a pesar de todo? de la suciedad, del ruido, de la molestia, del exceso, de la mala educación, de la falta absoluta de limpieza? Sí, todo eso es verdad, como lo es que una parte de quienes contratan, pagan al ayuntamiento, se esfuerzan y miran al cielo confiando en que no llueva, son gente fantástica que, por unos días, sacan su negocio a la calle, se esmeran en ofrecer algo especial, tratan a sus parroquianos con cuidado y nos devuelven el gusto por lo bien hecho. Gente que no solo convierte la hostelería en algo cercano y asequible, sino que se arriesga aún más contratando músicos, magos, humor y baile, todo para que cada rato acodado en la caseta sea una sorpresa y toda una experiencia.
Yo me quedo con un pincho mexicano que huele a plaza recoleta. Porque estoy absolutamente de acuerdo con el maestro Francia? no toda Salamanca vale para montar una caseta. Hay rincones maravillosos que deben ser preservados, y otros que tenemos que aprender a disfrutar. Como hay gente que sabe hacer su trabajo con mimo y otros a los que deberíamos enviar a la escuela de hostelería, porque hasta para servir un vino en vaso de plástico hay que saber. Cierto, maestro Francia, que el ruido y la suciedad en ocasiones se vuelven insoportables, pero quien ayer pasara por la Plaza de España y viera a niños y mayores bailando la rumba mestiza de Patxi Leiva, seguro que agradecía el tráfago de las casetas. Música en la calle para disfrute de todos, magia con AVIVA para que la Plaza San Román se llene de ojos alucinados aplaudiendo un truco. Qué hermosa es la Plaza de San Román, qué desaprovechada, qué alegría de Feria para devolvernos la sobria combinación de granito y piedra de Villamayor. Es cierto, Salamanca es una ciudad de rincones felices, de lugares propicios para el amor, la terraza ?cuántas sobran, cierto-, la charla, el paseo? y la caseta. Rincones para llenarlos de música en directo, de músicos y magos, de gente que sabe hacer su trabajo con una sonrisa, con un pincho meditado y un cuidado exquisito. Es cierto que tiene muchas desventajas esta nuestra Feria de Día, es cierto que invade y agrede la ciudad? sin embargo, por unas jornadas, unos días, nos devuelve a la calle, a la risa, al encuentro del azar y al ejercicio de la barra fija. El deporte favorito de este charro de calle y ropa de fiesta. Yo, qué quieren que les diga, a pesar de todos los pesares, me alegro de ver a la gente en la calle, inaugurando el curso, regresando a lo cotidiano, quedando con los amigos y los clientes. Y me gusta pensar que hay gente que sabe hacer bien su trabajo, que hay algo nuevo, diferente, fresco? por eso reconocemos muy bien a dónde vamos? por eso nos detenemos a disfrutar de ese espectáculo en directo que es un regalo. Por eso, mi querido maestro Ignacio Francia, aún dándole la razón, hago un elogio de la caseta?
Charo Alonso
Fotografías: Carmen Borrego y Fernando Sánchez Gómez