OPINIóN
Actualizado 18/09/2016
Agustín Domingo Moratalla

Cuando conocimos la noticia del fallecimiento de Robin Williams la gente menuda que nos rodeaba lo asoció directamente con una película: El Club de los poetas muertos. Entre las vibrantes escenas de la película, hay una especialmente valiosa donde interpreta al profesor de Literatura recitando en clase el poema que Walt Whitman escribe después del asesinato de Lincoln en 1865, y que comienza con el verso "¡Oh capitán, mi capitán!". A partir de ese momento no sólo cambia las relaciones que mantienen los alumnos con el profesor o entre ellos mismos, cambia radicalmente todo el contexto educativo.

En esa escena, que debería ser analizada con detalle por todos los profesionales de la educación, aparece un elemento clave en el oficio de educar: la vocación del maestro. El profesor de Literatura no está haciendo ninguna prueba diagnóstica para comprobar la métrica que Whitman utiliza en el poema, tampoco está exponiendo con detalle los farragosos documentos estadísticos de los informes de la OCDE o de los tecnopedagogos que redactan el informe PISA. Ni siquiera sabemos si Whitman entraba en el diseño curricular del prestigioso colegio británico o si el profesor procedía de la lista de interinos consensuada con los sindicatos de la región. Por supuesto, al profesor no se le ocurre decirle a los alumnos que la pasión por la Poesía, el entusiasmo por la Literatura y la dedicación a las Letras son los factores clave para obtener un buen empleo en la sociedad británica.
Nada se dice de la vocación educativa en el Informe Pisa ni en el reciente estudio de la OCDE que presentó la Secretaria de Estado de Educación hace unos días. Aunque sea necesaria esta neurótica y antipedagógica pasión por las estadísticas, con ella no se emprende ninguna reforma educativa seria, profunda y "con fundamento". Para colmo, son informes orientados instrumentalmente a la empleabilidad, como si la única finalidad de la alfabetización y escolarización fuera el empleo. Nada se dice de la calidad y dignidad en el empleo, como si nuestras autoridades educativas desconocieran la lumpemproletarización de los titulados españoles en Alemania e Inglaterra.

Toda política educativa que no incida en el factor vocacional de los docentes está condenada al fracaso. No es problema de números, estadísticas, porcentajes y cuentas. De nada vale tener más tiempo para leer y hacer problemas de matemáticas si los profesores no consiguen ilusionar o entusiasmar a los alumnos. No se mejora la comprensión lectora leyendo más libros sino leyendo mejor los mejores libros, no se mejora en matemáticas si no hay pasión por el método, la disciplina y el misterio. La escuela que tenga un maestro con vocación, que no le de ningún cargo ni le pida rellenar formularios para la administración, que lo cuide como un bien escaso, tiene un tesoro.

Leer comentarios
  1. >SALAMANCArtv AL DÍA - Noticias de Salamanca
  2. >Opinión
  3. >El tesoro de la vocación educativa