Miguel Ángel Perera cuajó a su primero, un gran toro de Montalvo. Foto: Adrián Martín


FERIA DE SALAMANCA
Actualizado 16/09/2016
Redacción

Perera se pudo desquitar en el primero de su lote, segundo de lidia ordinaria, un gran toro frente al que cuajó una de las faenas de la Feria

PACO CAÑAMERO

Aquella tarde de hace justo un año la terrible cornada de Miguel Ángel Perera nos encogió el corazón y durante varias horas nos aferramos a la esperanza gracias a las sabias manos del doctor Ortega, que reconstruían las entrañas del torero para devolverlo a la vida. Y para reaparecer al cabo de seis meses en Olivenza y, cuando ya todo era ilusión tras ver la cara a la muerte, sufrir nuevas 'cornadas' que intentaron dejarlo en las cunetas y apartar su nombre injustamente de las ferias; pero no cornadas de toros, no. Las que ha después ha sufrido Perera han sido peores, porque provenían de los despachos un 'sistema' viperino que zancadilleó desde la sombra esa independencia de Perera que la ha convertido en un bastión de su carrera y tanto duele a las mafias que dominan el negocio del toro desde sus monopolios. Desde entonces ha tenido que remontar esas 'cornadas' de despacho, que son las que de verdad duelen y dejan en el alma la cicatriz de la desconfianza, porque las otras acaban siendo un tributo al toreo y también medallas.

Doce meses quedan atrás desde ese aciago instante y hoy, en el regreso bajo el paraguas de la emoción, nada más romper el paseíllo fue obligado a saludar correspondiendo a los cariñosos gestos del público charro, semipaisano suyo. Y el hombre se pudo desquitar en el primero de su lote, segundo de lidia ordinaria, un gran toro frente al que cuajó una de las faenas de la Feria. De las rotundas y macizas del ciclo, con la verdad de su interpretación y una Tauromaquia pura, muy sincera y entregada, con la sobriedad de su hacer. Su toreo voló a los cielos de la admiración ya con el capote, pero mucho más con la muleta donde, tanto sobre la diestra como al natural, firmó una magnífica obra que le sirvió para cortar dos orejas. Un doble trofeo que apretó con fuerza al recibirlo y comenzó una vuelta al ruedo lenta y sintiendo cada paso con la emoción de haber ganado una nueva batalla, porque batalla a batalla se gana la guerra del toreo.

Antes había abierto cartel Sebastián Castella ante unos desangelados tendidos que no cubrían ni media plaza. Y es que la empresa de los Chopera debe hacer autocrítica de una vez y ser consciente que hace mal las cosas y por esa razón la gente en Salamanca cada vez da más la espalda al espectáculo taurino, sin olvidar el estratosférico precio de las entradas. Ya digo, Castella que abrió cartel mostró la cara amarga de sus faenas interminables y muchas veces sin alma. Ocurrió en el primero, en el no encontró en ningún momento la llave de su cerradura; mientras que el segundo, mansurrón y con peligro, al final de infinidad de intentos logró someterlo y ahí estuvo muy valiente y digno, tras poderle en una buena lidia -ahora que casi no se ven las lidias-, sin embargo ya era tarde y además anduvo muy pesado con el descabello, por lo que escuchó los tres avisos para vivir la enorme vergüenza de ver que le echen a un toro al corral. Que antes cuando eso ocurría un torero se tiraba días sin salir de casa.

Tampoco fue el día de Paco Ureña, el torero de la empresa, que ha realizado una buena temporada dejando el concepto de su pureza. Estuvo mejor en el primero de su lote al tercero con ajustadas verónicas y luego tomó un puyacito. Inmediatamente surgió un Ureña poderoso y dominando con una serie sobre la diestra de mano baja que dio paso a otra de naturales interpretados mucha calidad en la serie inicial. A partir de ahí ya comenzaron a apagarse las llamas de la pasión y el murciano se ahogó en las aguas de sus dudas con los altibajos que llegaron. Cortó una oreja, que debieron ser dos si no se diluye el murciano en el

El sexto, que cerró el ciclo de corridas de a pie, fue un manso que desbordó a las cuadrillas en el tercio de varas y en banderillas. Se pidió el cambio tras perder varias veces las manos y Ureña trató de torearlo con suavidad y sin brusquedades, pero sin lograr nada potable, aún a cuenta de alargar la faena y provocar tanto aburrimiento que el personal que no deseaba más que lo matase para huir de esa nevera que se había convertido la plaza de toros en el particular cruce de caminos que fue la corrida. Porque hasta la salida en hombros de Perera por la Puerta del Toro fue más fría tras su faenón y, sobre todo, por el recuerdo de aquella cornada sufrida un años ante que nos encogió el corazón y durante varias horas nos aferramos a la esperanza gracias a las sabias manos del doctor Ortega.

FICHA DEL FESTEJO

Ganadería: Se lidiaron toros de Montalvo, bien presentados y desiguales de juego. Buenos los tres primeros -el 2º, de nombre 'Brivón', nº 86, berrendo en negro tipo aparejado, de 555 kilos y nacido en marzo de 2012, fue premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre- y deslucidos los tres últimos.

Sebastián Castella: Silencio y bronca tras tres avisos.

Miguel Ángel Perera: Dos orejas y división de opiniones.

Paco Ureña: Oreja y palmas.

Entrada: Menos de media en tarde fresca y ventosa.

Al finalizar el paseíllo, Perera fue obligado a saludar tras el gravísimo percance sufrido hace justamente un año en esta plaza.

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