De sombras y luces, la tarde llena | Fotografías: Adrián Martín
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FERIA DE SALAMANCA
Actualizado 14/09/2016
Redacción

"Hondo en la encina, en el acero, tallado casi en curva, en el níquel y el cuarzo, tan cercano en los hilos de la miel", escribe el gran poeta zamorano Claudio Rodríguez, destacado aficionado a los toros

Sin vejez y sin muerte la alta sombra

que no es consuelo y menos pesadumbre,

se ilumina y se cierne

cercada ahora por la luz de puesta

y la infancia del cielo. Está temblando,

joven, sin muros, muy descalza, oliendo

a alma abierta y a cuerpo con penumbra

entre los labios de la almendra, entre

los ojos del halcón, la nube opaca,

junto al recuerdo ya en decrepitud,

y la vida que enseña

su oscuridad y su fatiga,

su verdad misteriosa, poro a poro,

con su esperanza y su polilla en torno

de la pequeña luz, de la sombra sin sueño.

¿Y dónde la caricia de tu arrepentimiento,

fresco en la higuera y en la acacia blanca,

muy tenue en el espino a mediodía,

hondo en la encina, en el acero, tallado casi en curva,

en el níquel y el cuarzo,

tan cercano en los hilos de la miel,

azul templado de cenizas en calles,

con piedad y sin fuga en la mirada

con ansiedad de entrega?

Si yo pudiera darte la creencia,

el poderío limpio, deslumbrado,

de esta tarde serena?

¿Por qué la luz maldice y la sombra perdona?

El viento va perdiendo su tiniebla madura

y tú te me vas yendo

y me estás acusando

me estás iluminando. Quieta, quieta.

Y no me sigas y no me persigas.

Ya nunca es tarde. ¿Pero qué te he hecho

Si a ti te debo todo lo que tengo?

Vete con tu inocencia estremecida

volando a ciegas, cierta,

más joven que la luz. Aire en mi aire.

Del poema 'Revelación de la sombra', de Claudio Rodríguez

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