Foto: Adrián Martín


FERIA DE SALAMANCA
Actualizado 14/09/2016
Paco Cañamero

El presidente al servicio de la empresa ya se ha convertido en el 'dos por uno' en su afán por agasajar con puertas grandes y de paso derrotar la solera que debería tener esta capital

PACO CAÑAMERO

Nos levantamos este martes y trece con la sorpresa del otoño, que repentinamente y sin avisar había subido su telón. Sin tregua alguna los intensos calores dieron paso a las primeras aguas que son oro para la próxima montanera. Agua caída del cielo y celebrada por los ganaderos con la misma pasión que brincaban los seguidores de Javier Castaño la noche anterior al saber que su torero estaban finalmente en la feria.

Esta mañana nublada alimentaba la melancolía para dejar perder la imaginación, al igual que las primeras hojas, ya amarillentas, cuando caen de árbol para volar a merced del viento y trajeron la tristeza al conocer de la muerte del 'jefe'. Del viejo Alipio, que ya cerca de ser centenario, estirado como una vara y sin perder su sonrisa, decía en paz adiós a la vida. Lo recordé durante todo el día por las numerosas vivencias compartidas a su lado en su casa de Matilla, al igual que esta tarde cuando al romper el paseíllo se le guardó un minuto de silencio. Porque Alipio fue un hombre bueno que ya sigue la feria desde su barrera celestial.

A la par que los recuerdos del 'jefe' en esas horas matinales se hacía presente el teléfono, que no dejaba de donar para informar de la marejadilla matinal en la plaza. Y de hecho se revolucionó la ciudad con la posibilidad de una suspensión por lluvia exigida por alguna de las partes sin saber que las previsiones de la tarde señalaban que escamparían los cielos. Con la suspensión casi a punto de rubricarse hubo quien puso cordura para evitar lo que hubiera sido un escándalo y, sobre todo, una estocada en todo lo alto para esta feria de Salamanca que se desanda un poco más en cada edición.

Envueltos en la frescura y a punto de abrirse el portón de chiqueros, Javier Castaño recogía el cariño popular del que es digno merecedor, porque Salamanca se puso en pie para tributarle una ovación desde la admiración para quien ha sido un ejemplo de lucha contra el revés de una enfermedad y ahora vuelve a disfrutar de la primavera de su vida.

Y comenzó una corrida que ha acabado siendo otro paso atrás de La Glorieta, en este caso por ese palco tan generoso que regala orejas en serie. Porque don Ramón, el presidente al servicio de la empresa, ya se ha convertido en el 'dos por uno' en su afán por agasajar con puertas grandes y de paso derrotar la solera que debería tener esta capital por la grandiosa historia taurina que guarda en los legajos de la historia. Y es que don Ramón, que será un buen policía y es un hombre agradable en la calle en las alturas del palco siente tal vértigo que se pone al servicio del taurinismo y de la empresa, olvidándose de su verdadera función. Por tanto contribuye a que Salamanca siga con el rumbo perdido y acelera los pasos para convertirse en una plaza sin personalidad, ni rigor alguno. Una plaza que ignora logros y hasta premia lo que debe ser bronca; ayer sin ir más lejos aplaudieron un toro en el arrastre que fue completamente desrazado, al igual que esa lamentable moda de sacar los pañuelos nada más que rueda el toro en medio de un 'desfundamento' soberano y con el presidente dejándose llevar por el triunfalismo para lastrar un poco más un ciclo de saldos y ya más cerca de convertirse en un bazar chino.

Ayer el gordo de la tómbola de don Ramón fue para Enrique Ponce, a quien le regaló la puerta grande. Bien es cierto que el valenciano, en un año importantísimo para él, se reencontró con Salamanca para firmar la paz con esta afición después de largos y fríos años de distanciamiento. Y lo hizo en dos faenas de muy distinto calado, fieles a su estilo y también al lote del Pilar que tuvo delante, serio y con toros tan distintos a las babosas exigidas por las figuras de ahora; porque en una corrida debe existir emoción y también la sensación de peligro que se vivió en muchos momentos de la tarde de ayer. Y aunque Ponce estuvo bien y con detalles muy toreros, lo cierto es que su premio debió reducirse a una oreja en su segundo, jamás a dos tras un previo metisaca y una faena interminable, larguísima y que nunca encontraba su fin.

Alegró mucho ver torear a Javier Castaño en su casa y recibiendo los aplausos por esa lucha que ha tenido para tirar a la basura el maldito cáncer. Su primero fue un toro distraído, frente al que ejecutó una faena larga mostrándose seguro y entregado, muy por encima del astado a pesar de los 'avisos' que le lanzó por el pitón izquierdo. Sufrió una fea voltereta al entrar a matar, volviendo a la cara del toro tras ser asistido para dar muerte al peligroso animal. Salió de la enfermería para lidiar al quinto, con cuajo y presencia que fue ovacionado de salida. Abanto en el primer tercio, se empleó en el segundo encuentro en el caballo, pero después se mostró reservón en la muleta y Castaño, siempre dispuesto, anduvo por encima de él logrando el justo premio de una oreja. Una oreja de tacto especial y distinta a otras, porque la paseó con el corazón entre el cariño de un paisanaje que aplaudía su vuelta a la primavera de la vida.

El extremeño Garrido debutaba en Salamanca como matador de toros y se mostró desafortunado en su primero, donde únicamente dejó destellos sueltos. Sin embargo en el sexto salió más dispuesto desde que se hizo presente para lancear de forma gustosa y con brío, ganando terreno en cada verónica y rematar cerca de los medios. Tampoco se empleó el toro en varias y nada más coger la pañosa sufrió un susto el joven matador, quien volvió con la muleta sobre la diestra para firmar muletazos con gusto y buen aroma, sobre todo en un cambio a la mano izquierda, aunque siempre a merced de la flojera y falta de raza del toro. Finalizó por ceñidas bernadinas rematadas con un pase de las flores y mató de pinchazo hondo para cortar una oreja.

Al final la tarde que no prometía y por la que casi nadie apostaba resultó la mar de entretenida y con muchas cosas buenas que apuntar, aunque demasiado saldo desde el palco. Entonces, casi con la noche caída y en un bellísimo cielo anubarrado con un bello contraste de colores que parecía un cuadro de Zuloaga, a Castaño le volvieron a dar una larga ovación al retirarse camino del patio de cuadrillas, mientras que enseguida subieron a Ponce en hombros para sacarlo, ¡tantos años después!, por la Puerta del Toro agradeciendo emocionado tantas gestas de afecto en la tarde que selló la paz con Salamanca.

FICHA DEL FESTEJO

Ganadería: Se lidiaron toros de El Pilar. Correctos de presentación, astifinos y ofensivos de pitones. De poco juego, faltos de raza. El mejor, el 5º. Manejable el 4º. Ambos, ovacionados en el arrastre.

Enrique Ponce: Oreja tras aviso y dos orejas.

Javier Castaño: Ovación al pasar a la enfermería y oreja.

José Garrido: Silencio y oreja tras aviso.

Entrada: Menos de media entrada en tarde fresca y ventosa.

Cuadrillas: Saludaron tras parear al segundo Marco Galán y Fernando Sánchez e hicieron lo propio José Luis López y el mismo Fernando Sánchez ante el quinto y Javier Valdeoro ante el sexto.

Al término del paseíllo se guardó un minuto de silencio en memoria de Alipio Pérez-Tabernero Sánchez, fallecido este martes a los 94 años de edad. El público invitó a saludar a Javier Castaño quien, a su vez, recibió el brindis de Ponce en el toro que abrió plaza.

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