OPINIóN
Actualizado 11/09/2016
Fermín González

"No hace falta renunciar al pasado al entrar en el porvenir. Al cambiar las cosas no es necesario perderlas" (Johon Cage)

Siempre fue una entidad un tanto alejada del pueblo llano de esta ciudad. Antaño oíamos y veíamos cosas del Casino que se antojaban un tanto lejanas. Era evidentemente una sociedad donde tan solo aquellos que pertenecían a la clase distinguida de la ciudad se daban cita en la misma. No obstante, debo decir que, desde hace ya unos cuantos años, la entidad se ha abierto a la ciudadanía, permitiendo el acceso con más regularidad y además despertando el interés del mismo, por las iniciativas culturales y variadas que se desarrollan.

Dicho esto, hagamos un poco de historia de su devenir en Salamanca: El Centro Social, data del 1858, tuvo otras ubicaciones hasta establecerse en la mansión de Leopoldo Maldonado Carvajal, es decir en lo que hoy se representa como el Palacio Rodríguez de Figueroa, que data del siglo XVI, quien tuvo como primer propietario a Juan de Figueroa, natural de Ledesma, tras pasar a manos de otros propietarios, es finalmente la sociedad quien se hace con la compra del Casino 1916- es decir cumple ahora el siglo de vida en manos de cuantos compusieron aquel círculo social y cultural- como digo personajes de la elite salmantina, abogados, ingenieros, ganaderos, universitarios, comerciantes, médicos o constructores etcétera. Y, de donde han ido nombrándose sus directivos, así como su presidente. No está confirmada la autoría del mismo, pero por datos registrados, parece ser que fue obra de Rodrigo Gil de Ontañon.

Ha sufrido varias reformas, en fechas determinadas, con arquitectos que formaban parte su directiva, tal es el caso de los señores Fernando Población y Francisco Gil, dado la extensión y el contorno del edificio a dos calles como bien conocen, por lo tanto en el mismo se han efectuado todo tipo de iniciativas culturales, que es primordialmente para lo que había nacido la institución, aunque en el mismo se han banquetes, bodas de algunos socios, celebraciones festivas, en ferias, aniversarios y como no bailes y conciertos de año viejo, etcétera. Hay sin embargo, dentro de todo este entramado, algunos personajes, que de forma muy interesante sobresalieron, en cuanto a la dimensión que logro el Casino, pues su prestigio creció por todo ese continuo acervo cultural que imprimía a la ciudad, donde llegaban los más señalados personajes de la cultura. Tal es el caso de Francisco Gil que en fecha, (11-1-1948), fue elegido presidente de esta institución, Gil era un gran aficionado al arte, y convoca premios de estas dos facetas la pintura y la escultura, un perfecto conocedor de la pintura y de aquellos que en ese momento estaban exponiendo en todas las galerías españolas y europeas, sobre todo en la cuna de Paris. Durante años desde el (1951 a 1957), desfilaron en los concursos que organizo bajo su mandato el Casino, dando oportunidad al mismo tiempo que autores conocidos como Venancio Blanco, tuvieran vitola internacional reconocida, de artistas nacidos en esta provincia. Teatro Gran Vía, Gran Hotel y Monterrey lucieron también en sus paredes muchas de aquellas pinturas y esculturas, y eso que, por el camino Gil perdió a su hija María Teresa.

De todo esto daban cumplida cuenta los periódicos de la ciudad, ecos, exposición y catálogos tanto el desaparecido (sin pena ni gloria) el Adelanto como la Gaceta Regional, sus redactores y comentaristas eran todo un alarde, de conocimiento crítico y de exigente puntualización en todos los temas culturales, más aun en los que tenían relación con el Casino. Fueron unos años en los que en esta ciudad, se habían abierto, un buen número de salas de exposición, aulas de arte, tiendas especializadas que el tiempo, la tecnología, el mercantilismo y la prisa, fueron eclipsando. Pero sin rendirse del todo, porque: otro Gil, Francisco Gil Álvarez, se convirtió en el nuevo mecenas del arte y quiso homenajear la memoria de su padre y durante cinco años consecutivos el primogénito volvió a coger el testigo y fueron muchos los importantes premios, y exposiciones y galardones que se vinieron concertando en la ciudad, tanto en las salas como en el Palacio de Figueroa. Evidentemente era para una minoría de personas, para marchantes, compradores, y gentes dedicadas al coleccionismo, y negocios de subastas. El gran público de la ciudad, nada o muy poco sabia de esto, incluso me atrevo a decir, que hasta no hace tanto tiempo, muchas personas no habían entrado a esta magnífica estancia que es el Casino. En cuanto a su protagonismo y contribución en la Fiesta taurina:

El Casino siempre tuvo una puerta abierta a la tauromaquia, recuerdo de "chaval", aquellas tertulias taurinas de antaño, amén de manifestarse en las plazas de toros, constituían después de las corridas las reuniones en cafés, colmados y en este Casino, donde se congregaban individuos reducidos en número pero selectos en calidad, para hablar de la fiesta, comentando sus accidentes, juzgando lo bueno y lo malo de las ganaderías y apreciando la capacidad y valor de los lidiadores. No existían apenas peñas o círculos organizados como los hay ahora, donde

Se juntan los partidarios de determinados diestros.

Los cenáculos de la época eran absolutamente particulares, se componían de aficionados de diferentes gustos y de distintos pareceres en cuanto al mérito de los toreros. Cada uno tenía su preferido y en las discusiones que se suscitaban, defendían lo que estimaban mejor de sus dotes gesto y torería del espada simpatizante.

Había aficionados de total competencia en la materia, que los juicios sobre reses y toreadores los escuchaban con respeto los más acreditados ganaderos y los más afamados ases de la torería que alguna que otra vez hacían acto de presencia y oían sin perder detalle las indicaciones y consejos de aquel tribunal, cuyos fallos gozaban de un razonable prestigio.

Eran reuniones, donde casi todos los asistentes eran de edad madura, por lo tanto habían tenido ocasión de presenciar y dar fe de los contrastados estilos que mantuvieron los gloriosos espadas. Al tiempo que se les concedía a los más viejos cierta autoridad, puesto que sus opiniones se difundían entre los aficionados, sirviéndoles para orientarse en sus observaciones y dictámenes en la plaza. Estas tertulias apenas tienen hoy razón de ser, porque aparte de saberlo todo, no sabemos escuchar, todos somos unos entendidos, aunque luego en la plaza haya un palmaria demostración de ignorancia, de aplaudir con frenesí, y solicitar los trofeos sin tasa ni medida que lo justifique. Convendrán conmigo que hoy a los públicos asistentes les faltan "cimientos taurinos". Claro que estos son los que más gustan a empresas y toreros.

Hoy, tras esos avatares y ciclos de la historia de esta entidad centenaria, con un nuevo presidente a la cabeza de su directiva, Alberto Estella, hombre conocido, y relacionado en la ciudad, aficionado cabal y buen relaciones públicas, trata de abrir aún más las puertas del Casino, de hacerlo participe de la ciudad, que se vean y se reconozcan sus entrañas, así como todas esas iniciativas que han venido sucediéndose desde algún tiempo atrás, ahora es el tiempo de ferias en Salamanca, y el Casino quiere apostar y contribuir a que la tauromaquia, su arte, su cultura y sus personajes en todas sus variantes, encuentren en esta entidad, sus genuinas formas de expresión, afición y sentimiento.

Fermín González- Salamancartvaldia.es (blog taurinerías)

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