A nivel social son muchas las evidencias observacionales que nos hace ser conscientes de que las enfermedades no se distribuyen por azar, sino que se distribuyen por variables que están condicionadas por la estructura social, económica y cultural en la que se vive. La más importante globalmente considerada es la que se denomina como Estado del Bienestar (EB). Ésta engloba un conjunto de programas sociales que tienen como objetivo prevenir y proteger a los ciudadanos de situaciones adversas que les hace ser más vulnerables y que no van a dejar de presentarse por óptima que sea la situación socioeconómica.
Estas situaciones se protegen con transferencias monetarias como las pensiones por desempleo o incapacidad; pero también en forma de prestaciones de servicios sanitarios y sociales que pueden estar cubiertas por las familias o por los Gobiernos a través del Estado del Bienestar (EB). La diferencia es que la Administración/es pueden conseguir la cobertura universal y proteger a los más débiles y vulnerables a los eventos como el desempleo, la enfermedad, la incapacidad o la dependencia. El EB supone pues una respuesta social a la idea de equidad que está asociada a la Justicia redistributiva.
La crisis económica que padecemos desde 2008 ha puesto a prueba el EB y su importancia en la vida de los españoles y, específicamente, el Sistema de Seguridad Social y de Dependencia como amortiguador económico que trata de prevenir las desigualdades sociales. Por ejemplo en el 2015, último año con gobierno, se dedicó al gasto social 187.407 millones de ?, el 54% del gasto, que se corresponde con el 26% del PIB.
En relación con la Salud, se considera que existen desigualdades sanitarias cuando se dan diferencias sistemáticas que pueden evitarse, controlarse y reducirse en relación con uno o más de los componentes de la Salud. Estas desigualdades tienen menos posibilidades de darse con un EB sólido y con modelos sanitarios con cobertura universal y accesibilidad efectiva a la Sanidad como viene ocurriendo en nuestro Sistema Sanitario.
Actualmente, existen bastantes investigaciones de Salud Pública que analizan y ponen de manifiesto que las desigualdades en Salud son significativas en determinados grupos poblacionales y, como consecuencia, padecen una mayor mortalidad prematura (muertes que ocurren antes de los 65 años) y de morbilidad por los denominados factores de riesgo exógenos que aumentan la probabilidad de enfermar. Estudios recientes confirman que las prestaciones sociales como el Porcentaje de cobertura en desempleo reduce el deterioro de la Salud, especialmente en familias con un nivel de instrucción/educación bajo. También se ha observado que se reduce la tasa de suicidios en menores de 65 años. En España, según datos del INE, los suicidios han aumentado un 20% desde el inicio de la crisis.
En consecuencia, la recesión económica ha puesto de manifiesto que en el EB español las desigualdades se han acentuado con la crisis socioeconómica y, por tanto, la Salud Pública de los españoles empieza a necesitar con urgencia reformas sociales y sanitarias para tratar de paliar sus consecuencias.
En mi opinión, la situación sociopolítica actual es parte del problema porque estamos dedicando recursos económicos a las elecciones cuando se podrían haber utilizado para mejorar el EB. Espero que aquellos que deben decidir sobre el mandato electoral que les hemos dado busquen en su cerebro la responsabilidad que les corresponde en relación con las necesidades y problemas que tienen los españoles más vulnerables. Para ello, será necesario que digieran y metabolicen adecuadamente su sentido común, sus sesgos ideológicos y geográficos y se dejen de proyectos obsoletos y ambigüedades que sólo se justifican por sus ambiciones personales. El Compromiso Social que supone el EB como sistema regulador de Equidad y Justicia está esperando respuestas desde hace ya muchos meses.
Todo esto porque el EB aporta Justicia Social y, por tanto, hace a los pueblos más saludables, más sostenibles y más libres?
JAMCA