Es fácil seguir toda esta trayectoria vital a través del texto que Denis Rafter ha confeccionado para esta obra de teatro
A esta localidad de la tierra de Alba ha llegado en la festividad de la Natividad de Nuestra Señora, el grupo de teatro Lazarillo de Tormes. Después del éxito del pasado día 4, en el que representaron "Teresa, la jardinera de la Luz", en el Casino de Salamanca, han acudido a este pueblo tan próximo a la capital charra, para celebrar con los que hasta allí se acercaron, sus Fiestas de septiembre, que coinciden en fecha con las de Salamanca. La Madre de Dios, en su venida al mundo, es la protagonista para ambas localidades, y en su honor, Pedraza de Alba quiso recibir a Teresa de Jesús, en un homenaje que reunía toda la alegría de unas fiestas, y que nunca le faltó a la carmelita, con el privilegio cultural que un acontecimiento teatral siempre supone. Y en este caso, con la consabida seguridad, fama le precede, de acertar con la elección del montaje.
Teresa de Jesús, andariega incansable, recorrió muchas sendas en favor de su voz y su verdad, que no era otra que la de su amado Jesús de Nazaret. Acabó sus días en Alba de Tormes porque como ella misma decía "siempre estamos de camino". Las aguas del Tormes, que riegan estas tierras de Alba, fueron el último murmullo que oyera, y nos recuerdan, como en la obra se nos cuenta, que fue capaz de hacernos entender el sentido de su comunicación con Dios a través de bellísimas imágenes en las que muchas veces el río es el protagonista. Su vida también fue un caudaloso río, de fuerte corriente que arrastró las vidas de todos aquellos que las tenían estancadas debido a la férrea autoridad de una sociedad, la del XVI, en la que sólo los varones poderosos de todos los estamentos imponían sus normas. Como buena jardinera, Teresa procuró vida a los que en injusta desigualdad, la rodearon, en especial las mujeres. En su tiempo eran personas de segunda categoría, que en algunos casos adornaban como rosas de un jardín, y en otros servían de sustento como puede ser cualquier hierba silvestre del campo; pero que en definitiva, llevaban una vida anodina o esclava rodeada de espinas o estiércol. Su valía o sus corazones no se tenían en cuenta. Pero la carmelita puso a su servicio ambas cosas. El Dios del que se enamoró también tenía la condición de ser humano, y en pos de esta humanidad, esta mujer comprendió lo divino que hay en cada hombre.
En tierras de cereales y pastos para el ganado, como éstas de Pedraza de Alba, la tarea de cultivar y hacer que la vida prospere criando animales, base de su sustento, adquiere un significado especial. La luz y la alegría de todo esto se celebra como resultado de los frutos obtenidos. Y entender que la idea que de Teresa de Jesús se tenía, como alguien que parecía tan lejano y elevado en los altares, se desmonta ante la tan distinta visión que "Teresa, la jardinera de la luz", nos ofrece, es una de las claves de su éxito, por hacerla llegar a todo tipo de público. Consigue así, este montaje, atraer nuestra atención con enorme sorpresa y reflexión. Una privilegiada y adelantada a su tiempo como lo fue esta monja, parece no encajar en los moldes que para ella se suponían correctos. Ante la sociedad de su época, sobre todo los círculos masculinos, representaba un elemento incómodo, difícil de catalogar o situar en aquel mundo tan estamentado. Proveniente de una familia acomodada, su propio progenitor no era capaz de comprender las aspiraciones de libertad de una hija que la buscó dentro de los muros de un convento. El régimen de austeridad y coherencia con la vida elegida, que la llevó a reformar su Orden Carmelita, puso en jaque a la cómoda vida que hasta entonces llevaban los privilegiados. De una parte, algunas mujeres, dentro de ciertos recintos conventuales. De otra, el ámbito de los hombres, acaparaba todos los cargos de poder y responsabilidad. Pero ella, con humildad y obediencia venció a sus superiores, y con su magistral formación intelectual y teológica expresó en palabras su profundo amor a Dios y los caminos que se pueden seguir para llegar a Él y a los hombres. Esta pedagogía la transmitió a toda mujer que quiso seguirla, y descubrir así capacidades propias. Buscar alojamiento para todas las que se rindieron a una nueva visión de la existencia, la llevó por esos caminos para fundar nuevos conventos.
Es fácil seguir toda esta trayectoria vital a través del texto que Denis Rafter ha confeccionado para esta obra de teatro. Simple en sus escenas, pero elegante y con una carga emocional que nos proyecta al siglo XVI, y nos sitúa de inmediato en la iglesia del convento de Alba de Tormes, sea cual fuere el altar en el que se representa. Porque como bien dijo el propio Rafter en el Casino de Salamanca, el pasado 4 de septiembre, el productor de la obra, Javier de Prado, promotor de la misma, ha ido llevando, como en una inversión de papeles, a Lazarillo de Tormes a todo pueblo, o ciudad, que así lo solicitara, dentro y fuera de nuestra Comunidad. Hemos tenido así, la oportunidad de conocer a un grupo de hermanas carmelitas de Teresa, que la defienden, a la vez que la retratan, frente a un dominico que niega su auténtica dimensión. Grande es también la dimensión que se hace extensible, no sólo a guionista y productor, sino al grado de profesionalidad que los actores han alcanzado, a pesar de su condición de aficionados. Es de resaltar la juventud del actor que encarna al maestro Salinas, coetáneo de Teresa, y que acompaña todo el montaje con piezas renacentistas de aquel tiempo. Su compromiso con tan difícil reto es admirable. Pedraza de Alba vuelve pues a acercar a tan trascendente marco como es esta comarca en la vida de la carmelita, una obra de teatro, en la que los espectadores pueden sentir que están ante algo único, hecho sólo para ellos.
Probablemente alguna cigüeña de las que moran sobre la espadaña de la iglesia parroquial de san Juan Bautista, haya visto acercarse por el camino a un grupo de hermanas carmelitas, cansadas y polvorientas de tan largo viaje. Sólo con traspasar el umbral de la puerta de tan austera y pequeña construcción en ladrillo, de recto dintel y coronada por un bonito coro, el kyrie eleyson que entonan, nos transporta a otro espacio, el del vecino convento de Alba de Tormes, y a otro siglo, el XVI. Delante del altar desde donde Teresa las mira junto a su amado san José, y el Sagrado Corazón al que está unida, el de Jesús, la luz de las carmelitas proyectará la de su madre a lo largo de toda la obra. Y en un bautizo luminoso donde agua y luz se vuelven a encontrar, Juan el Bautista, deja paso a la sensación de claridad que tienen las cosas hechas desde el corazón, desde lo atemporal del amor. Eso es lo que los espectadores de Pedraza de Alba transmitieron con sus calurosos aplausos a una obra de teatro que está siendo llevada con encomiable dignidad y crecimiento por todos esos caminos, en reconocimiento a una mujer que dejó una huella siempre nueva. Seguramente que hubiera estado encantada de celebrar con los vecinos de Pedraza de Alba la jovialidad de esta jornada festiva donde ella también ha sido una invitada más. En su lugar, y en su nombre, lo hicieron los componentes de Lazarillo de Tormes.