OPINIóN
Actualizado 07/09/2016
Juan Antonio Mateos Pérez

El voluntariado es una elección. Es la opción de aquel que oye el grito de los oprimidos, ve la indigencia de los pobres y siente la necesidad de encarnarse en la historia: «He visto la aflicción de mi pueblo». Carlo María Martini Está emergiendo un nue

En septiembre no solo comienza el curso escolar, también lo hacen muchas comunidades cristianas, es el momento donde gran número de creyentes se comprometen como voluntarios en algún servicio a la Iglesia desde el compromiso y la gratuidad. La vida de todo cristiano es el seguimiento de Jesús, este deberá realizarse desde el amor y la misericordia, que se concreta no sólo en amor al hombre o a la mujer, sino en amor al prójimo. La misericordia necesita implicarse de forma personal, quiere concretar su amor en este enfermo, a ese encarcelado, a ese inmigrante, a ese hambriento, o a este concreto desposeído de sus derechos. No propugna Jesús un amor genérico, teórico o poético. Para él, el amor no significa primeramente palabras, sensaciones, sentimientos, sino acción vigorosa, valiente. Lo que él quiere es el amor práctico, concreto.

El término voluntario o "apostolado" se puede aplicar en la Iglesia a muchos servicios: Catequistas, ministros extraordinarios de la comunión, visitadores de enfermos, grupos de liturgia, voluntarios con Cáritas, Manos Unidas, voluntarios de prisiones, miembros que colaboran con la economía, con la administración, colaboradores en la pastoral, etc. Todos estos grupos sienten una llamada a vivir su fe como misión de servicio a la comunidad y a la persona cercana, concreta, necesitada. La mayoría de ellos se entregan y viven su tarea desde la alegría, como forma de salir de sí, como signo de generosidad. Así lo recordaba Pablo a los Corintios, Dios ama al que da con alegría (2Cor 9, 6-7).

Dentro del apostolado de la Iglesia, destacamos el voluntariado social, no es aquel que busca ocupar el tiempo libre, o de sentirse más útil a los demás, es el que siente una llamada ante el grito del prójimo. Desde Cáritas, Manos Unidas, Acción Verapaz, Entreculturas, la comunidad parroquial, el voluntario siente la llamada de un Dios de la misericordia, un Dios de los pobres, con entrañas de misericordia, que llama para ponerse al servicio de la pobreza, la marginación, la exclusión social, la soledad, el sufrimiento, de la justicia, la fraternidad, la solidaridad. El voluntario siempre quiere ser un constructor de espacios de esperanza. Cáritas Salamanca ha contado este año con cerca de 700 voluntarios, estudiantes, jubilados, desempleados que han desarrollado su tarea en animación comunitaria, inclusión social, desarrollo institucional, inserción laboral. Un amplia gama de tareas para muchas necesidades, desde el trabajo con Inmigrantes, acogida, alfabetización, personas sin hogar, drogodependientes, personas privadas de libertad, hasta tareas necesarias, como asesoría jurídica, comunicación, sensibilización, formación de voluntarios, etc. Cáritas Diocesana de Salamanca el año pasado hizo posible que 228 personas accedieran al mercado laboral, ayudando a salir del túnel del desempleo al que lo necesita, a los olvidados de la sociedad.

Comentaba este fin de semana el Papa Francisco que la Iglesia y el cristiano, no pueden comportarse como el sacerdote y el levita de la parábola del Buen Samaritano, pasar de largo o mirar para otro lado ante el prójimo tirado en la cuneta. Hay muchas situaciones en el mundo que piden misericordia: el hambre, las enfermedades, las personas explotadas? ¡Esto es un pecado grave! También, es un pecado moderno? No me cansaré nunca de decir que la misericordia de Dios no es una idea bonita, sino una acción concreta: no hay misericordia sin concreción; la misericordia no es hacer el bien de paso. Es involucrarse ahí donde existe el mal, donde hay enfermedad, donde hay hambre, donde hay tantas explotaciones humanas.

En la Iglesia hay una gran cantidad de cristianos auténticos que están dando lo mejor de sí mismos, para aliviar el sufrimiento y sacar a los más necesitados de una situación desesperada. Muchos de ellos, misioneros, voluntarios, incluso han llegado a dar la vida por la causa de los necesitados, han sido capaces de mirar el mundo y al prójimo con "ojos abiertos", con ojos de misericordia. Han querido conjugar la tarea asistencial y cercana al necesitado con visión lúcida de las determinaciones estructurales, con aquello que provoca la miseria y la pobreza y, reivindicar un cambio social que hagan menos necesarias las intervenciones asistenciales. Las necesidades y las tragedias de este mundo, no se pueden conocer de oídas, a través de los medios, es necesario tocarlas, penetrar en la realidad del mundo con ojos abiertos, con una mirada desde el corazón y renovada conciencia política.

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