Muy dilectos lectores míos, esta semana hay tamaña cantidad de historias para solazarse en la ridiculez imperante que no voy a tener espacio. Espacio para glosar a un Peña Nieto capaz de recibir con honores de estado al candidato que quiere construir un muro a su costa para separar México de los Estados Unidos, espacio para tratar de entender el encubierto golpe de estado que ha sufrido Dilma en
Brasil, espacio para recordar el tono apocalíptico de nuestros Iglesias y Rufianes mientras el gobierno, ese, en funciones, se permite el lujo de enviar a un ministro dimisionario al bando mundial como pago a sus conocimientos con las cuentas ocultas en paraísos fiscales. Vamos, que ante semejante cantidad de barbaridades no queda otra que meter la directa y salir corriendo de nuevo a la playa a enterrarse en la arena.
El final del verano suele ser extraño, tormentoso, con las histerias propias de la vuelta al trabajo y los exámenes de septiembre. Pero este año, gracias a la matemática parlamentaria, nos hemos visto en la tesitura de comprobar la altura de miras de nuestros fantásticamente pagados parlamentarios, que no parecen muy angustiados por otra intentona fracasada de formar gobierno. Un gobierno, que, hasta en funciones, se permite el lujo de hacer una atrocidad tan aberrante como enviar al Banco Mundial a un tipo que, verdaderamente, conocimientos sobre cuentas en el extranjero, tiene, así como el dudoso honor de ser ministro no dimisionario sino arrojado al vacío. Vamos, que aquí la lías y te ponen piso. Es como si yo premiara a mi sobrino generosamente cada vez que arma una de las suyas. Debe ser por aquello del refuerzo positivo, sí, lo malo es que ese refuerzo lo pagamos todos, todos esos cotizantes, usted y yo, señores míos, que hacemos horas para ir tirando y gracias. Y entre esas cacicadas y las lecciones de historia tan estúpidas como las que nos dan los independentistas, uno se decanta por Rivera que al menos no grita y se preocupa de recordarnos que, sin dejar de lado el pasado inmediato, lo importante ahora es cuadrar cuentas, dejar de convertir a los autónomos en paganos de todo, cuidar de quienes no tienen trabajo ni una jubilación decente y dejarse de vainas. La utopía está muy bien, señores míos, pero cuando los presupuestos del estado son los que son y la Europa de los mercaderes de Merkell se pone como se pone, pues hay que ser prácticos y llamar a las cosas por su nombre. Eso se lo tenemos que agradecer a Trump, que ha conseguido decir en voz alta lo que muchos callan, porque ese silencio estúpido que tenemos en Europa hacia ciertos temas parece propio de una sociedad ya no hipócrita, sino secuestrada. Secuestrada por Erdogan y el vergonzante dinero que le pagamos, secuestrada por quienes no resuelven el asentamiento de Calais, secuestrada por quienes no le dicen abiertamente a los ricos países musulmanes, esos que nadan en petróleo, que el realojo de los refugiados sirios no tiene por qué ser solo cosa nuestra. Dejar que el Mediterráneo sea una fosa común es responsabilidad de todos, también de esos musulmanes que se llenan la boca de integrismo y no de caridad? y no sé qué hago poniéndome seria si yo lo que quería era reírme de la absurda visita de Trump al país al que insulta ?o más bien de aquel que le recibe lamiéndole las botas- y seguir carcajeándome de la oratoria nacional?
Charo Alonso
Fotografía: Fernando Sánchez Gómez