OPINIóN
Actualizado 07/09/2016
Manuel Alcántara

Un dicho común, como "nunca segundas partes son buenas". Convencionalismos que a menudo son refutados por la propia experiencia. Cada quien se refiere a ellos según su conveniencia y siempre a posteriori. El desenlace del sainete protagonizado por una clase política que se hunde en el desprestigio ha incorporado en esta ocasión un (in)merecido mes de vacaciones durante el cual ningún actor se movió un solo milímetro en sus posiciones sin dejar, claro está, de percibir su salario. ¿Recuerdan ustedes lo de vacaciones pagadas? Puesto que se camina a una tercera investidura en octubre cuando no a unas terceras elecciones en diciembre batiéndose un récord mundial en la práctica democrática y en la estulticia, quiero proponer un escenario escéptico porque mi propuesta caerá en el vacío. Se refiere a los candidatos y a los temas en discusión.

En diciembre pasado, los dos partidos mayoritarios contemplaron como desde 2011 habían dejado por el camino cinco millones de votantes y un buen puñado de escaños. Si para el PSOE fue el peor resultado de su historia desde 1977 para acá, para el PP lo fue desde 1989. Entonces, sus respectivos líderes, como ocurre en cualquier democracia que se precie, debieron dejar la política. Desde aquel momento, Mariano Rajoy y Pedro Sánchez han sido incapaces de alcanzar lo que se exige del liderazgo de partidos con experiencia y vocación de poder que no es otra cosa que formar gobierno. Por eso tienen que echarse al costado. Además, su inquina personal contamina de tal manera el panorama político que impide cualquier avance constructivo en el mismo. Deben urgentemente facilitar que sus partidos designen nuevos candidatos a la presidencia del gobierno.

Tras nueve meses de ominoso silencio es inaplazable debatir públicamente cuatro asuntos que han ido quedando arrinconados y que ameritan perentoria atención. Sin que suponga un orden de prelación se trata de: la política europea tras la crisis migratoria, el Brexit y el crecimiento preocupante del antieuropeismo; el engarce de Cataluña en España para atender de una manera creativa el derecho a decidir de esta Comunidad y atemperar el extremismo secesionista; la política de pensiones, no solo vinculada con cuestiones fiscales y actuariales sino con una política demográfica realista; y la recuperación de elementos básicos del Estado del bienestar en los campos de la sanidad y de la educación que tan severamente han sido dañados en los últimos años.

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