Todos los partidos políticos, sin excepción, mantienen una regla común: seguir las instrucciones de sus respectivos Secretarios Generales. Estos se hacen oír de muchas maneras, o bien personalmente a través de sus ejecutivas, locales, provinciales o generales, o bien expresan sus intenciones a través de argumentos que lanzan a todos sus militantes vía mail. Es cierto que hay partidos más abiertos que otros. Por ejemplo, el poder elegir al Secretario General por medio de primarias, por muy defectuosas que estas sean, filtrando, desde la dirección, que "fulanito" es quien reúne las mejores condiciones para hacerse con tal difícil misión, y de esta manera condicionar el voto de la militancia. Pero, aún así, es muy diferente de lo que hacen otros partidos. Por ejemplo el PP, después de que Rajoy perdiera una investidura, el Comité Ejecutivo se reunió para declarar su amor incondicional a su Secretario General; seguro que, en ese momento, ninguno de los presentes podía adivinar que dos días después, justo en su segunda ceremonia de investidura del Sr. Rajoy, iban a enterarse de que había tomado la decisión a solas, como todo lo que hace el Presidente en funciones, de que el Sr. Soria, al que había destituido de Ministro de Industria pocos meses antes, merecía tener una recompensa, y de las grandes: el Banco Mundial.
Teniendo en cuenta que, en todos los partidos, la réplica a los deseos de los correspondientes Secretarios Generales no son interpretados como una muestra de capacidad deliberativa entre personas que comparten un mismo proyecto sino, más bien, como una traición a la organización, el hecho de que la Vicepresidenta de la Junta de Castilla y León, Rosa Valdeón, haya sido totalmente explícita, mostrando su más duro rechazo al nombramiento del Sr. Soria, por inoportuno y, sobre todo, porque no se entiende que quien no sirve para Ministro, sí sea un directivo de una organización internacional, es una excelente muestra de valentía institucional.
Habrá quien desautorice su gesto, aludiendo que el Ministro Soria, cuando lo era de Industria, hizo caso omiso al problema del carbón en Castilla y León, lo que le valió las criticas del Presidente de la Comunidad, pero estos argumentos carecen de sentido, puesto que estoy segura que Valdeón tiene criterio propio, como lo tiene Núñez Feijoo, y otros cargos del Partido Popular que no han aplaudido la medida, por más que Rajoy lo quiera reducir a un tema administrativo, lo que es una absoluta indecencia. Tener opinión en cualquier partido político que hace de su cohesión una bandera y toma la unanimidad como elemento de grandeza, cuando lo que se esconde detrás es el temor a discrepar, es un hecho notable. Cuando está mal visto disentir, siempre triunfa el pasillo y el cotilleo clandestino. Porque muchos saben que opinar lo contrario, les costaría caro y les restaría favores de su dirección. Pero hay dirigentes que parecen no tener precio. Bien por ellos.