OPINIóN
Actualizado 05/09/2016
Jesús Garrote

Se puede decir que muchas veces transcribo lo que aprendo de los más desfavorecidos. Llevo media vida hablando de las oportunidades que me ha dado la vida por si pudiera escribir algo útil a alguien.

Actualmente me aburro a mí mismo. Quizá soy consciente de la vida fácil que he tenido en relación a las oportunidades que se le han dado a personas mucho más válidas que yo. No estoy haciendo ningún acopio de falsa humildad pero es lo que siento de verdad.

Hoy en el estudio con los chicos de Santiago Uno tiraba de parábolas educativas para motivar e intentar levantar su maltrecha autoestima: La teoría de la potenciación con el águila herida, la perla y la ostra, el colibrí, el cementerio de los buenos momentos de Jorge Bucay y lo que sale de cosecha propia.

Hemos hablado de diamantes cagados o de pelouros ( cantos rodados que bajando a golpes por el río se convierten en piedras preciosas). No es que los golpes sean buenos sino que necesitamos redefinir el dolor para curar heridas al igual que las ostras recubren sus heridas o a sus parásitos con nácar y convierten las heridas en perlas.

Pero para eso necesitan perdonar y perdonarse y volver a creer en sí mismos.

Nuevos chicos e historias que se repiten mientras los políticos siguen opinando y discutiendo por el supuesto beneficio del pueblo. Es indignante ver el sufrimiento de tantas familias al amparo de estos hacedores de leyes. Pero qué saben estos inútiles del sufrimiento ajeno. Son superficiales y mentirosos por excelencia.

Me siento muy orgulloso de la gente con la que trabajo, de mi familia y de los chicos de Santiago Uno. La cercanía con las personas es una inversión en esperanza. Por eso seguiremos luchando en una política local donde en Salamanca, en esta ciudad, vamos encontrando en todos los gremios personas realmente excepcionales y solidarias con las injusticias sociales que hay unas cuantas.

Si no fuera por los chicos con los que convivo y las familias que confían en nosotros no tendría nada para escribir. Cada vez me cuesta más sentirme experto de algo como es la vida de los demás.

No quiero ser político de esos que hablan en nombre de aquellos a los que humillan y desprecian. Deben hablar ellos, las víctimas de la corrupción y los de la desigualdad de oportunidades que transgrede hasta los derechos humanos y de la infancia. Esto no se va a arreglar en este parlamento, se sostiene por el esfuerzo de muchos de los de abajo.

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