OPINIóN
Actualizado 02/09/2016
Eugenio Sánchez Redondo

Ojeaba esta mañana una descosida foto más de 80 años de vida, con las mismas arrugas en tu cara que hoy recibió una crema de rosas aplicada por tu querida nuera.

En esa fotografía hecha a saber con qué artilugio, posaban cuatro criaturas, tres de los cuatro figuras muy morenas. Sus ropas, su expresión, su pose me trasladan a ese mismo lugar, cuna de mi familia, imagino que será el Camino de las Aguas, que las manos y pies que se adivinan a cada lado eran venerables patriarcas o tíos en su casa, con Pedro Adolfo debatíamos sobre quién era quién, ¡mi madre está arriba a la izquierda!, ¡pues a mi me parece la mía!, hoy me confirmaron que yo tenía razón primo. Pero a lo que vamos, de nuestros abuelos a nuestros padres hemos recibido todos una herencia inmerecida.

Estamos teniendo el privilegio de recoger los frutos que no hemos sembrado, y ellos, los que nos quieren y querían por encima de todo, incluso de ellos mismos sólo tenían un pensamiento. Por ti hijo, por ti trabajo de sol a sol, sin descansos, sin conocer más océanos que los surcos arados, sin más ropas que las necesarias, sin más vino que el que se hacía en casa por los pies pisando la uva. Algunos recorrieron mares, como Héctor, desde Venezuela a Salamanca y vuelta y vuelta y vuelta, a otros el tren les llevó hasta el Levante, otros fueron maestros en el Norte, otros sacaban adelante a 5 ó 6 hijos sirviendo cafés, todos con una bella historia para que nosotros, vuestros hijos, veamos el presente de otra manera más dulce.

Hermosa familia, sólo quiero recordar lo desconocido en el pasado y agradecer que mañana parta de viaje a conocer otros mundos, aunque sea por unos días, gracias a vuestro sudor y cariño, que espero, sea la mejor herencia recibida.

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