OPINIóN
Actualizado 22/08/2016
Eutimio Cuesta

El mes de agosto es el mes de las noticias que señalan que, en el pueblo, pasa algo, porque en el resto del año, no pasa nada de nada. En este bendito mes, se aparcan todos los problemas y todos los trajines de la vida diaria. Los que estamos fuera, tomamos la maleta y nos acercamos al pueblo a descansar y a revivir costumbres y tradiciones, añejadas ya en el alma, y que forjan nuestro carácter. Y tanto los de dentro como los de fuera, empeñamos los días de agosto en preparativos. Empezamos a ordenar todo: la casa, el grifo que no funciona, la bisagra del armario, el dolor de cabeza de la compra y el saludo al allegado y a los demás. "Viene uno a descansar y no acigua".

Y lo mismo le pasa al Ayuntamiento: el toro, la música, cerrar la calle del encierro, pintar la plaza de toros y reparar entuertos, que se dan en todo recinto cerrado; adecentar jardines, conectar el alumbrado todo, porque, en el invierno, no hay por qué tirar el dinero.

Y tras este ajetreo y movida, retorna el orden y la normalidad a nuestras vidas. Y con el ambiente dominguero, que hemos disfrutado en el mes de san Roque, regresamos ensimismados y alucinados a nuestros trabajos, y le soltamos al compañero: "Mi pueblo es el mejor del mundo". "¡Vaya ambiente que se respira!".

Y pasó la Virgen de la Encina, y Macotera es otro: un pueblo fantasma. Y llamas o te encuentras con alguien:

- ¿Qué pasa por el pueblo?

- Lo de siempre. Nada. Cada vez menos. No se ve un alma por la calle.

¡Qué contrapunto! ¿Con qué nos quedamos? En un santiamén, pasamos del deslumbre a la realidad de la oscuridad.

No me he levantado con la moral baja, es que me he quedado así, cabizbajo y pensativo, y levanto la mirada a las estrellas en son de plegaria, a ver si alguien, de por ahí fuera, allende las estrellas, pone remedio a esto.

Lo mismo le pasa a las casas, que se aletargan, como los lagartos, y esperan, siempre de espera, a que el calor de una fiesta cualquiera o un puente de calendario, la reviva por unos instantes, mientras se renueva el aire y se impresiona a las telarañas. Y a dormir otra siesta, porque hay tres tipos de siesta: hasta pronto, hasta más tarde o hasta san Roque.

Lo mismo sucede con la juventud, que se pasa la vida estudiando o trabajando y busca en su pueblo un poco de distracción y de desfrute, porque no se le puede ofrecer otra cosa. Y, con ella, se va el futuro, y no se le puede exigir nada, y no podemos echarle nada en cara.

Y, con esto en la cabeza, me voy a dar un paseo hasta el río Tormes.

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