OPINIóN
Actualizado 22/08/2016
Redacción

Queridos conciudadanos.

Poco importa mi nombre. Me presento ante ustedes para comunicarles mi irrevocable renuncia como candidato a presidir el futuro Gobierno de nuestro país. Ése ha sido mi trabajo y empeño los últimos cuatro años y medio, pues bien, desde mañana me reintegraré a mi puesto en la sociedad civil como un español más, en el que espero seguir siendo útil a los demás, como creo haberlo sido hasta ahora. Me acojo a su memoria para escapar del olvido, porque sé que pasaré a los libros de texto de Historia y a las enciclopedias digitales como quieran las multinacionales que controlan el sector.

Ni desamparo bienes, ni hago dejación de mis responsabilidades, siempre las he aceptado gustoso. Pueden creerme; lo exigen las circunstancias. Soy consciente que aunque gané ¡en dos ocasiones! las elecciones Generales por mayoría, las últimas con más de cincuenta diputados a Cortes por encima del partido siguiente, me encuentro en la comprometida tesitura de tener que dimitir por la gobernabilidad de España y el bien de los españoles. Esos principios han guiado mi hacer político y van a seguir haciéndolo sin reparar en costes personales, como en estos momentos.

Quizá alguno sostenga que esos procesos electorales no las gané yo, sino mi partido. Es cierto, pero yo lo lideraba y marqué las líneas directrices que nos llevaron al triunfo. Pues a pesar de éxitos, victorias y enhorabuenas, debo declinar ese privilegio, olvidarme de este espíritu de entrega a los demás que ha caracterizado mi vida política los últimos lustros y dejar paso a otra persona que lidere mi partido y forme el Gobierno que precisa España para continuar aumentando las cotas de bienestar y libertad de los españoles los cuatro próximos años.

Suelto la carga y me marcho sin rencor a nada, ni a nadie; con la conciencia limpia del que ha dedicado su vida a servir a los demás, sintiéndome más que nunca orgulloso de España y de los españoles. Soy un patriota que ama a su país y en el retiro en el que me veo forzado a acogerme, siempre me podréis encontrar dispuesto a prestar el servicio que se me demande.

A mis sucesores les deseo de corazón que alcancen la excelencia, porque este país y sus habitantes no se merecen menos. Hasta siempre.

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