Con Gandhi aprendimos que la conciencia personal, la supervivencia y la injusticia social justifican la desobediencia civil, por eso Mahatma caminó trescientos kilómetros hasta llegar a
la costa para coger el puñado de sal que diera a los hindúes el derecho a poseerla, eliminando con su rebeldía el monopolio británico de su producción, comercio, consumo y reparto.