Había una vez un sabio que daba buenos consejos. Un día fue donde él un sastre, cansado por los gritos de su mujer y por las diabluras de sus hijos, pues le robaban las agujas y le ensuciaban la ropa.
El sabio escuchó los lamentos y después le dijo: "Vete al mercado, compra un carnero y tráelo a casa, a tu buhardilla".
El sastre así lo hizo, pero a los pocos días la vida resultaba insoportable en la buhardilla, con los berridos del carnero y el olor a animal. Volvió de nuevo donde el sabio y le contó que su situación no había mejorado.
"Regresa al mercado y vende el carnero", dijo el sabio.
Así lo hizo el buen hombre. Al volver a casa encontró la paz, ya que los gritos de la mujer y los juegos de los niños eran insignificantes, en comparación con los del carnero.
(Adaptación de un cuento popular alemán).
Nos ahorraríamos muchos dolores de cabeza aceptando nuestra realidad, si es que no se puede cambiar.
"En conclusión, tengan todos unos mismos sentimientos sean compasivos, ámense como hermanos, sean misericordiosos y humildes. No devuelvan mal por mal, ni insulto por insulto; por el contrario, bendigan, pues han sido llamados a heredar la bendición" (1 P 3.8-9).
La Biblia nos invita a aprender a hacer el bien, a amar. "El amor no es verdadero sino cuando se comparte", dice una canción popular. Como seres humanos que vivimos en familia debemos crecer en amor, amistad y entendimiento mutuo. La comunicación es esencial en el crecimiento y en la comprensión de cualquier familia. Comunicarse es compartir con otro la información, ideas, pensamientos, sentimientos. Para que haya una buena comunicación se requiere: hablar, escuchar y entender.
El P. Mateo Andrés en su libro "Matrimonio adulto", recoge de John Powel, los grados de comunicación y las reglas para obtener una buena comunicación
Los grados de comunicación: