Los desencuentros a los que nos tienen acostumbrados nuestros flamantes políticos no deja de sorprender dentro y fuera de nuestro país. A poco que pensemos, tales comportamientos, obedecen más a intereses particulares, ajenos a las responsabilidades para las que fueron elegidos.
Si no fuera por la gravedad del momento, resultaría cómico advertir cómo unos y otros se echan la culpa de tales desacuerdos. Reiteradamente escuchamos que la pelota está en el tejado de este o aquel partido. Pero lo cierto es que la pelota de la que hablan, por alguna fatalidad, se ha extraviado. Hoy nadie sabe en qué lugar se encuentra.
No dejo de dar vueltas a la situación y, aunque la política no me interesa como tema para mi columna, me preocupa la situación a la que se ha llegado. Más aún, al comprobar que la voluntad de los españoles se ha fragmentado y la composición del parlamento, por algún tiempo, tendrá una configuración semejante a la registrada en las últimas elecciones.
Haciendo una sencilla lectura de la situación, descubrimos enormes deficiencias en nuestro sistema político. El bloqueo en el que estamos inmersos, exige legislar con urgencia para que la situación no se repita en un futuro.
No estaría nada mal que, quienes acceden a la gestión de nuestros problemas, antes tuvieran resueltos los suyos. Pues para la gestión política se requiere generosidad, voluntad para conseguir acuerdos, y otras capacidades que nuestros políticos no han demostrado tener. La inutilidad que están manifestado, no permite afirmar lo contrario. Son demasiados los intereses que dificultan los acuerdos.
La gestión de los problemas más importantes, y de aquellos que no pueden esperar, no tendrían que depender de quienes ocupan coyunturalmente un puesto en la política. Esos problemas deberían que ser atendidos por gestores independientes formados para tales funciones, al margen de colores políticos. Quizá de esta forma no fuera rentable estar en política, y muchos de los manejos y corrupción de los últimos tiempos se hubiera evitado.
Desconozco si caminamos hacia las terceras elecciones. Es descorazonador comprobar que, el mandato de los españoles a través de su voto, no ha servido para nada. Pues, unos y otros, no valoran las perniciosas consecuencias de su teatro político. Y, lo que es más grave, ¿con qué argumentos pedirán nuevamente el voto a quienes les han elegido para nada?