OPINIóN
Actualizado 17/08/2016
Manuel Alcántara

El término obsesiona a la comunidad universitaria. Es un asunto relativamente reciente que tiene que ver con la evaluación del rendimiento investigador, la promoción en la carrera académica y también, ¡cómo no!, con la competitividad en el orden neoliberal en el que al menos yo me muevo. Para quien no esté muy al loro de este tema, decir que consiste en la medición, fundamentalmente, de las publicaciones científicas según el prestigio de la revista o de la editorial en que ven la luz. Con anterioridad los trabajos han sido evaluados por otros investigadores en un proceso anónimo. Ni autores ni evaluadores, que son pares en el oficio, conocen su identidad. El proceso se llama de "doble ciego". Por otra parte, se tiene luego en cuenta el número de citas que otros colegas hacen en sus publicaciones del trabajo en cuestión y el nivel, a su vez, del medio donde se recoge la cita. Un sofisticado proceder de control de la excelencia, se dice.

El resultado produce un índice que sirve para valorar lo que se está calculando. Al acumular distintos índices se puede medir el trabajo de un investigador durante un determinado periodo; el de un departamento sumando los índices de sus miembros y así hasta llegar al conjunto de la Universidad. A este tipo de índices se pueden agregar otros que, bajo premisas similares, midan distintas actividades universitarias como la calidad de la docencia y de los servicios desarrollados -que pueden ir desde las bibliotecas a los deportes-, así como otras funciones como la de integración en la comunidad o la internacionalización. Todo ello depara un índice general con el que clasificar las universidades. El mayor peso de un factor o de otro explica el hecho de que haya diversas clasificaciones sobre la calidad de las mismas.

Este proceloso proceso parte, por consiguiente, de premisas básicas, pero ha logrado alcanzar resultados que condicionan a millones de personas en el mundo: docentes, investigadores, estudiantes y familiares. Orienta en la selección del lugar donde trabajar, donde ir a estudiar o en el que invertir las empresas. La tensión entre la exigencia de la búsqueda de la excelencia, la rendición de cuentas y el imperio de los supuestos del mercado es constante. Es fácil hacer demagogia por sendos lados. Por ello se impone una actitud vigilante, permanentemente atenta, que recoja las inquietudes de todos los variopintos sectores afectados.
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