España es uno de esos países a los que se suele considerar como potencia deportiva. Y es que el deporte se vive. Sobre todo el fútbol, nadie lo duda. Así que cuando viene un evento como la olimpiada de cada cuatro años, los televisores y las radios arden casi materialmente. Somos mucho más de sillón bol y la observancia televisada veraniega.
También solemos tener buenos vendedores de triunfalismo apriorístico. De aquello de nos vamos a comer el mundo. De la medalla en cualquier disciplina, sin pensar que hay un montón de buscadores de medalla por el mundo que se sacrifican también cuatro años para intentar colgársela. Pero nosotros inflamos el orgullo patrio y hablamos y hablamos de conseguir y conseguir. Creo que eso no deba pasar en casi ningún país más que el nuestro. Por dos cosas principalmente. En que el poder de la prensa y cadenas deportivas aquí son casi absolutos con oyentes por todos lados. Y que (como decía con pena Sánchez Ferlosio en entrevista) nos pasamos la vida metidos en el ocio (y sobre todo en el ocio deportivo) y eso lo valoramos en exceso.
Comienzan los juegos y el balance de medallas no es el buscado e inflado de antemano. Y vienen los bajones. Y esos bajones vuelven a ser cantados a coro por las radios y televisiones. Y la decepción se generaliza. Se buscan culpables. Justificaciones entre explicaciones de lo más peregrinas. Se piden dimisiones. Y otra vez la voz de ciertos locutores y analistas que se alza poderosa. Y yo que me pregunto que si ellos (los locutores y analistas) no tiene mucha culpa de esos vaivenes y fracasos. Que no deben hablar tanto y tan gratuitamente. Que ni tan buenos antes ni tan malos después. Que los juicios y análisis deben ser hechos desde cierta frialdad, desde la objetividad, con menos crispación y más rigor. Y ver que el deporte sólo es un valor relativo. Que se mueve entre situaciones cambiantes y muy coyunturales (sociales e individuales), y que hay montones de países y señores y señoras representándolos que también se preparan a conciencia y son dura competencia para la obtención de las medallas.