Sé que te voy a amar. La luna es mi compañera y confidente. En su amplio creciente te ilumina, mientras silabeas una vieja canción y en el suelo se forma una sombra suave y elegante. No me miras, pero sé que piensas en mí.
Durante toda mi vida te voy a amar. Sabes que te conozco bien. Que no hace falta hablarnos para decirnos las cosas. A veces sucede que uno habla en boca del otro, como si solo pensara uno por los dos.
En cada despedida te voy a amar. Me iré, pero no hace falta que te diga nada de mi cercano regreso. Vuelvo siempre. Estoy de vuelta con el deseo de abrazarte y de decirte con voz tierna cuanto te he querido durante el viaje.
Desesperadamente, sé que te voy a amar, más allá de tempestades y tormentas te voy a amar. En tiempo de calma voy a hacerte feliz; cuando venga la borrasca te protegeré. Seré tu más fiel sirviente enamorado.
Cada verso mío será un torpe esbozo de canción, una simiente en la que duerme tu esplendor. La música sutil de una eterna juventud, en la que bailaremos adornados de pámpanos y de rosas.
Para decir que sé que te voy a amar, escribo estas líneas sin rubor. Con la valentía que me da el conocer los profundos murmullos de tu corazón, que habla un lenguaje familiar, sin el que no podría crecer ni respirar.
Durante toda mi vida suspiré por encontrar la emociones inseguras de la seducción, la experiencia delicada de esperar a quien paciente supiera descubrir las entrañas escondidas de mi ser, las envolviera con sus sedosas manos y las perfumara con bálsamos y jazmines.
Sé que voy a llorar. Habrá momentos en que no pueda más que llorar. Tú me habrás dado fuerzas para sobrevivir las penurias y soledades en que sin duda alguna me voy a tener que encontrar.
En cada ausencia tuya voy a llorar. La promesa de tu regreso no evitará que en cuanto oiga tus pasos que se alejan, se me caiga la lágrima salada del querer, que tardará demasiado en deslizarse por un rostro contraído de dolor.
Pero cada vuelta tuya ha de apagar las ansias mías de adorar tu vertiginoso y bello cuerpo que se mueve sin cesar. El mío esperará el tuyo al atardecer, cuando las sombras poco a poco se comienzan a alargar.
Lo que esta ausencia tuya me causó no lo dirán mis labios sellados por los tuyos. Tu presencia me hará olvidar los sufrimientos del vacío de mi hogar, una vez que recupere la anhelada calidez de mi sol.
Sé que voy a sufrir la eterna desventura de vivir. Por mucho que aparente fortaleza y solidez. La felicidad será una frágil prenda que cuidar. Con el temor de que el tesoro de tu compañía se esfume sin aviso al llegar la noche,
A la espera de vivir a tu lado, seguiré siempre con mis breves idas y venidas. Desearé con egoísmo que las tuyas sean escasas y que solo sirvan para fortalecer el pequeño embrión de nuestro amor.
Toda mi vida.