OPINIóN
Actualizado 10/08/2016
Juan Antonio Mateos Pérez

"El hombre tal como es concebido por los tiempos modernos no existe. Los continuos intentos de encerrarle en categorías a las que no pertenece: mecánicas, biológicas, psicológicas, sociológicas, son todas ellas variaciones de la voluntad fundamental de ha

Hace unos días conocimos la noticia, la Archidiócesis de Munich y Freising están preparando la apertura de la causa para la beatificación de Romano Guardini, uno de los teólogos católicos más influyentes del siglo XX. Se ha nombrado postulador al cardenal Reinhard Marx, que deberá abrirla antes de que finalice el año. Fue un pensador que marcó la formación intelectual y espiritual de los dos últimos Papas, Benedicto y Francisco, pero también de gran parte de la juventud de Europa de la primera mitad del siglo XX. Un gran renovador eclesial, cuyo pensamiento se plasmaría en las reformas del Concilio Vaticano II.

J. Ratzinger confesó en sus libros que quería seguir los caminos abiertos por Romano Guardini. En Jesús de Nazaret, declara que tiene en mente un clásico del que considera su maestro: El Señor (1937). Y en la Introducción al espíritu de la liturgia muestra ya desde el título que se inspira en una obra maestra del mismo Guardini: El espíritu de la liturgia. Por otra parte, Jorge Mario Bergoglio estuvo varios meses en Alemania en 1986, en la Facultad de Filosofía y Teología Sankt Georgen de Frankfurt, con el propósito de escribir una tesis doctoral sobre Romano Guardini. Proyecto que tuvo que abandonar, aunque los expertos ven en los documentos del Magisterio de Francisco referencias a importantes a textos de Guardini, como algunos pasajes fundamentales de la Evangelii gaudium. El propio Francisco, también tendrá como referencia el libro El Señor (1937), que recomendará como importante. La obra recoge una serie de predicaciones sobre el Nuevo Testamento, se compone por una necesidad pastoral de predicación a jóvenes universitarios de Berlín, pero se convertirá en una de las obras de mayor éxito del Guardini.

Romano Guardini nació en Verona en el año 1885, pero al año de nacer, sus padres se trasladaron a Alemania, allí recibirá su formación académica y para poder desarrollar su actividad profesional tendrá que adquirir la nacionalidad alemana. Se ordenará sacerdote en 1910 y en 1918 se consagrará como escritor agudo y preciso con la brillante obra El espíritu de la Liturgia, de gran éxito en el mundo estudiantil, a pesar de los años sombríos de la Primera Guerra Mundial. Al año siguiente publicará El viacrucis de nuestro Señor y Salvador, donde revalorizaba la piedad popular. Ambas obras de su juventud, anuncian ese método de "oposición polar" en la liturgia, trabajando una formación auténticamente litúrgica, pero sin descuidar las formas de religiosidad popular.

Unos años más tarde, después de sus estudios en Friburgo y Tubinga se habilitará en Bonn con su tesis sobre el pensamiento de San Buenaventura. Enseñará en Berlín, Tubinga y Munich Filosofía de la Religión. Será una cátedra instituida expresamente para asegurar una enseñanza "católica" en una universidad protestante y laica, cuyos contenidos estarán muy influenciados por Max Scheler. En ellos proponía tres tipos de lecciones: Un primer grupo de antropología cristiana, Mundo y persona; un segundo grupo serían lecciones de carácter bíblico, sobre todo Nuevo Testamento; por último interpretaciones de textos de grandes figuras religiosas y poéticas, desde Buda hasta Rilke. De estas lecciones magistrales saldrán libros más conocidos: La conversión de San Agustín (1935); El mundo religioso de Dostoievsky (1939); Hölderlin. Imagen del mundo y religiosidad (1939); La muerte de Sócrates en los Diálogos de Platón (1943); Paisaje de la eternidad. Estudios sobre Dante (1958), etc.

El gran conocedor de su obra en nuestro país y discípulo del pensador, el filósofo Alfonso López Quintas, afirma que Romano Guardini intuyó muy pronto que el hombre puede edificar su vida personal sobre dos bases: la apertura a todas las realidades valiosas y el amor a la verdad. El hombre será un ser de encuentro, fundamento de la vida ética en base a los grandes valores, la verdad, la unidad, la justicia, el bien, la belleza. Estos grandes valores tienen en el Creador su fuerza y plenitud de sentido. En su obra más conocida El Señor (1937), hace radicar el Bien en el Dios vivo de la Escritura, que exige una vinculación a Él por amor y con un nuevo tipo de existencia que surge del amor. Desde esta realidad se llega a la plenitud de lo ético, en base a las bienaventuranzas, que no son principios de moral, son una invitación a engendrar una vida nueva. Dios es el punto de referencia a partir del cual el hombre existe, el hombre es creado desde el bien y para el bien. Lo que deseaba Guardini no era incrementar los estudios teológicos, sino mostrar al hombre la vía óptima para superar el vacío existencial.

Romano Guardini nos indica la vía a seguir en la encrucijada actual, liberarnos de los prejuicios y malos entendidos de pensamiento inadecuados a los grandes acontecimientos de la vida humana; abrirnos a la riqueza y creatividad de la vida espiritual; tener capacidad de respuesta a la llamada de los grandes valores; aprender el arte de pensar para liberarnos de la modorra espiritual que nos lleva a desatender las cuestiones decisivas de la vida. Las últimas palabras pronunciadas por Romano Guardini antes de fallecer el 1 de octubre de 1968, fueron las que escribió San Agustín al comienzo de sus Confesiones: "Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón está inquieto hasta que repose en ti", la vibración interior sobre las palabras de Agustín dieron vueltas en su corazón y su espíritu. Fueron el lema de toda su vida y el motivo inspirador de su último libro que de alguna manera condensa toda su obra anterior: La existencia del Cristianismo (1958).

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