OPINIóN
Actualizado 10/08/2016
Manuel Alcántara

No se trata del recurrente estribillo de una canción del verano más, sino de la constatación de que pareciera que nada cambia a pesar de estar en medio de la vorágine de un cambio de era. Pero la inmediatez se mueve dentro de unas coordenadas que repiten los sucesos; el mismo panorama se yergue sin que aparentemente el tiempo pase. Ello arrostra un peligro de percepción evidente para con el observador pues, como estúpidamente es mi caso, se tiende a pensar que tampoco uno cambia, que el carrusel que gira ante mí es apenas una repetición constante y a temporal del entorno. ¡Valiente falacia ya que cada vuelta marca el paso del tiempo! No valen trucos ni menos coartadas arrimadas al ventajismo de la neutralidad que pretende mi mirada.

En un lapso de diez días en México han asesinado a tres presidentes municipales (alcaldes); el huracán Earl ha sembrado la desolación en al menos cuatro estados y dejado el desenlace de unas 47 víctimas mortales. Son noticias habituales que pudieran insertarse en una secuela recurrente de cualquier agosto de los últimos años. Algunas ni aparecen en los medios españoles, y en el propio México al lector urbano le concierne poco. Es la evidencia del imperio de un ritual que allí resulta ajeno por la distancia, tanto en términos espaciales como socioculturales. La vida compagina tal cadena de sucesos ya antes acaecidos cuya secuencia repetida hace de los mismos una especie de farsa dramática, una insoportable igualdad en su acontecer.

En España, ocho meses después de los comicios de diciembre, los gestos vanos, cuando no vacuos, de los actores públicos constituyen la quintaesencia de la banalidad de la vida política. Develada su mediocridad manifiesta, animados por cálculos espurios cortoplacistas, mecidos por una sociedad ausente, la repetición del guión de la inoperancia se impone como mecanismo de (no) desempeño. Un tipo de actuación que pareciera brindarles beneficios por doquier máxime cuando, de acuerdo con el último barómetro del CIS, solo el 6,4 por ciento de los entrevistados considera como un principal problema la falta de gobierno. En este contexto, que la vida siga igual favorece a todos y supone un paso más para que quienes se levantaron contra la casta, ¿recuerdan?, sean ya conmilitones de una clase política adormecida por el presidente del gobierno en funciones que repite como cada año su veraniego trajín andador en pantalón corto.
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