A quien le guste la creación poética no le condicionará el juicio que a los demás merezcan sus poemas, aunque agradezca las opiniones. El poeta, casi siempre, es un autor absolutamente subjetivo. Esto es así porque crear, ante todo, siempre será un deseo
Ilustremos con un ejemplo lo antedicho y busquemos ni más ni menos que a Unamuno.
No sabemos si de todos es conocido que a pesar de ser "un poeta tardío", sin embargo, cuando Unamuno descubrió la poesía, no hubo para él un primer plato más apetitoso. El profesor don Francisco Yndurain, alumno de don Miguel, recordaba que en cierta ocasión presentaron al intelectual vasco-salmantino "como novelista y además poeta", y la corrección de Unamuno no se hizo esperar: "No". "Soy poeta y además otras cosas".
Estamos en agosto, época de reposo, y salvando las distancias con nuestro laureado "poeta y otras cosas", la poesía nos puede. Así, si en la columna anterior de "Tiempo de disidencias" hablábamos del amor, ahora, sin querer imitar a Demóstenes, el gran orador griego que un día convencía con sus arengas a todo el que iba a escucharle y al día siguiente les persuadía de todo lo contrario, nosotros no tratamos de convencer a nadie, pero sí queremos hacer honor a las disidencias hablando de desamor, un desamor recuperable si se comienza con un tercer grado no más impulsivo que nuestro poema:
TERCER GRADO EN EL AMOR
Repróchame y di
Por qué soy el pelo de tu sopa.
Quéjate y di
Por qué me consideras el blanco de tu mente.
Critícame y di
Por qué piensas que soy la mancha de tu Quijote.
Cúlpame y di
Por qué he sido y soy la rata de tus saltos.
Miénteme y di
Por qué ves en mí las lágrimas de tu valle.
Aclárame y di
Por qué soy gaseosa en tu cerveza.
Grítame y di
Por qué he sido la mota de tus ojos,
La carie de tu boca,
Tu 30 de febrero,
Tu etcétera, etcétera?
(Inédito)
(Copyright del autor)
Fotografía del "busto plural" (nuestra contribución textual)
de la Plaza de las Parejas, de Santa Marta de Tormes
Fernando Robustillo Rodela