Viví hace muchos años una jornada electoral de manera simultánea desde dos lados del estrado: desde una mesa electoral y trabajando como periodista. Fue en las primeras elecciones generales, las de junio de 1977, en las que me tocó presidir una mesa electoral en Bilbao.
En aquel momento me correspondía coordinar la información de la jornada para Radio Nacional de España, por lo cual la emisora recurrió alegando que consideraba imprescindible mi trabajo profesional. La Junta Electoral desestimó el recurso; el director de la emisora me obligó a trabajar y tuve que hacer compatibles las dos actividades, presidir la mesa y actuar como periodista en una peripecia estresante de veinte horas ininterrumpidas de acá para allá. Hay que considerar que eran las primeras votaciones de la Transición y el País Vasco vivía una época tensa. Seguro que estaba en mi derecho a negarme a trabajar aquel día, pero habría tenido que cargar con la inquina del mandamás de la radio, un chaquetero que ya había intentado despedirme años antes atribuyéndome inverosímiles veleidades comunistas. Es lo que tiene ser independiente. Desde entonces, trepas de diverso pelaje, amparados por politicastros que creen encarnar al pueblo, me han llamado también facha, del Opus (soy agnóstico) y hasta separatista...
En fin, pocas veces he coincidido tanto con una opinión ajena como con esta del arqueolingüista Cyrus H. Gordon: "Sin estudiar los hechos de forma completa y desprovista de prejuicios, no hay forma de saber si la voz del pueblo es verdaderamente la voz de Dios o tan sólo la voz de los asnos".