OPINIóN
Actualizado 08/08/2016
Jesús Garrote

Después de los quince días que estuvimos trabajando en la nueva escuela de Marruecos, la familia de los cinco emprendimos viaje a Rusia.

Muchas veces pienso si será irresponsable e incluso inmoral viajar tanto aunque sea con mis hijas. Probablemente estemos equivocados al invertir tanto en pequeñas pinceladas de mundo y de historia.

Considero una de nuestras formas de celebrar el final de un curso en que nuestras hijas han sido responsables y la mayor ha entrado en medicina. Sobre todo un momento para descubrir juntos y para investigar la vida de distintos pueblos. Nada que ver con la experiencia en Marruecos con los chicos de Santiago Uno y el pueblo bereber se abre la mente y se disfruta la intimidad de forma diferente.

De las dos ciudades para mí fue más impresionante Moscú y San Petersburgo probablemente más encantadora. Me gustaría conocerlas en invierno aunque debe ser menos cómodo, los días que hemos estado hemos pasado calor.

La ciudad de Pedro I, con su maravilloso río Neva que se navega hasta el Báltico y se levantan sus puentes a la una de la madrugada para que pasen los grandes barcos. Es una ciudad imperial que recuerda a los zares, la fortaleza de Pedro y Pablo, la maravillosa iglesia del Salvador de la Sangre derramada, el palacio de invierno con el Hermitage, o la catedral de San Isaac, la convierten en algo distinto a lo que llaman la Venecia del Norte.

Hay bastante que decir en el viaje en tren hasta Moscú donde ya no se vislumbra la riqueza sino las casas de madera de la gente que vive en invierno muy por debajo de cero. Una Rusia que es el país más extenso del mundo, que tiene multitud de recursos naturales de minería, gas, petróleo, agua dulce, etc.

Después de la revolución de 1917 han quedado muchos recuerdos. En frente del mausoleo de Lenin un prestigioso y lujoso centro comercial que era un antiguo lugar de abastecimiento, a un lado de la plaza roja, en otro la maravillosa iglesia de San Basilio construida en la época de Iván el terrible. Las murallas del Kremlin salvaguardan los lugares de gobierno y también iglesias y catedrales la mayoría destruidas por Stalin y vueltas a construir. Es popular Putin al que algunos llevan en camisetas, cosa difícil de ver por ejemplo con Rajoy. Sin embargo no tienen buenos recuerdos de Gorbachov que supuso apertura, pero también ley seca y depreciación del rublo y de todo lo que suponía una cultura soviética.

Me acordaba de carrerilla de más de veinte ciudades de la Unión Soviética que había aprendido de memoria en el colegio Calasanz con el padre Eloy en séptimo de EGB, desde luego mis hijas cuando me las oían recitar no se mostraban muy interesadas.

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