OPINIóN
Actualizado 02/08/2016
José Javier Muñoz

La rivalidad futbolística entre Real Madrid y Barcelona ?personificada hoy en Cristiano Ronaldo y Lionel Messi? parece haber llegado al paroxismo. Hay quien considera esta situación como un signo propio de nuestro tiempo, pero no es así; la dicotomía emocional forma parte desde siempre de la condición humana. Con la misma intensidad con que los aficionados y los medios discuten hoy sobre la valía del portugués y el argentino, numerosos españoles polemizaban hace justamente un siglo sobre quién era mejor torero, si Juan Belmonte o El Gallo. Y todavía un siglo más atrás, en vísperas de la Revolución Francesa, los galos estaban fuertemente divididos entre los partidarios de Gluck y los de Piccinni. Motivo del enfrentamiento: Gluck prefería la ópera al estilo francés y Piccinni la ópera italiana. Tan intensa era la rivalidad que, según explica en su última obra Amin Maalouf, "un viajero inglés que se encontraba en París en aquellos años contaba que nadie accedía a conocerse sin antes comprobar no ya que fuera una persona agradable y virtuosa, sino gluckista o piccinnista". El caso es que esta tendencia al enfrentamiento funciona lo mismo en el ámbito de las ideologías que en el del espectáculo. La simplificación acrítica de cualquiera de los símbolos vigentes en cada época (iconos, tótems, líderes electrónicos o digitales...) convierte el favoritismo en maniqueísmo, y su exacerbación deviene en fanatismo.

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