El silencio del Papa en Auschwitz ha sido un grito desgarrado contra la inseminación demencial colectiva y el fanatismo visionario de pedregosos corazones que van exterminando vidas por el mundo con insolidarias corbatas, incultos turbantes o fraudulentos escaños, demostrando insaciable codicia y maldad en las entrañas, porque la aniquilación de seres humanos no terminó en los barracones de aquel matadero.