OPINIóN
Actualizado 31/07/2016
Enrique de Santiago

En su día propuse, trabajé, y se desarrolló una célula embrionaria, en la creación de un complejo hospitalario privado en Salamanca, al estilo de la Clínica de Navarra, pero en el oeste peninsular, que fuese referente asistencial, y que, por motivos que no vienen al caso, no llegó a buen puerto.

La sanidad pública, y privada, es un servicio de interés general que, en España, ha alcanzado cotas de alto nivel que no podemos perder y debemos sentirnos orgullosos de ello, haciendo que se desarrolle en esos estándares de excelencia y prestación universal a los españoles.

La austeridad que debemos aplicar a una administración elefantiásica y cara, para unos ciudadanos que han sufrido una depresión en sus ingresos, no puede, no debe sufrir recortes en prestaciones, en calidad, en profesionalidad, ni en medios, y cuando sea preciso un recorte se debe de hacer sin que ninguno de los apartados mencionados sufra en absoluto. Lo cierto es que, en este tiempo, la sanidad pública no ha sufrido una merma significativa en profesionalidad ni en medios; Y, sin embargo, lo que sí hemos observado, al menos en Salamanca, es una caótica, impresentable y falta de profesionalidad en la gestión.

Un hospital público como el charro que ha sido referente nacional, con los mejores profesionales, con los medios más avanzados, sólo puede caer a cotas tercermundistas como consecuencia de una gestión interesadamente nefasta, pues no puedo pensar que se sea tan incompetente si no es porque esa incompetencia tiene un interés espurio.

El sinapismo, emoliente fútil y urticante del que se nutre la neurona de la gerencia y administración del hospital es cercana a la más cruel de las estulticias e inapropiada para ser consumida por los ciudadanos, sin que ello produzca un alteración que se lleva poniendo de manifiesto en las sucesivas mareas blancas y que el día 19 se consumó con una manifestación de más de 1000 personas en la Plaza Mayor de Salamanca.

Ese día me sorprendió, molestó y apenó que la izquierda se apropiase de la sanidad pública mostrando su extrañeza por mi presencia en la misma, como si sólo ellos pudiesen ser titulares de dicha defensa o como si aquellos que no pensamos como ellos no pudiésemos comprender, entender y defender la existencia de una sanidad pública excelente y universal, sin color político.

A lo mejor, lo que alguno defendemos, incluso con mayor dureza que lo hace la izquierda, es que lo público sea público y lo privado se mantenga en la esfera privada, compitiendo uno y otro en la más absoluta libertad, pero impidiendo los saltos acrobáticos de algunos profesionales en busca del dorado y en detrimento de la prestación al ciudadano, que es el único que debe tener el derecho y la libertad de ir al público o al privado en pos de su propio interés.

La Administración debe de trabajar, y en Salamanca no lo hace, en pos de la excelencia y la sublime prestación al ciudadano que es quien la mantiene, la paga y la precisa.

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