OPINIóN
Actualizado 26/07/2016
José Javier Muñoz

Mi amigo Juan, de la primera promoción de ingenieros informáticos que se graduaron en España hace cuarenta y tantos años, suele decir que más vale tener amigos ricos y generosos que pobres y pedigüeños. Él y yo tenemos amigos generosos y ricos; mejor dicho, que eran muy muy ricos, porque la crisis se llevó por delante en apenas un lustro sus empresas y quedaron con lo que buenamente pudieron salvar de sus bienes personales. Hace bastantes años ?no hay más que verme en la foto? conduje un rato por Salamanca el Ferrari de uno de ellos y las pasé canutas para aparcarlo en el único parking subterráneo que entonces había en el centro. Hoy existen plazas de aparcamiento más cómodas, pero ni él ni yo podremos disfrutarlas porque tuvo que desprenderse del coche.

Me gusta hablar de lo que sé, y más de lo que he vivido que de lo simplemente leído. En contra de la opinión tan extendida de que los ricos son seres perversos y avariciosos cuya única meta en la vida es amontonar dinero, estos de los que hablo reinvertían la mayor parte de sus ganancias, diversificaban los negocios y creaban puestos de trabajo. Eso de que los ricos son cada día más ricos y los pobres cada día más pobres es una de tantas falacias, para mentes poco dotadas, que repiten como un mantra determinados politicastros empeñados en que deje de haber ricos para igualarnos por abajo. Las vacas flacas dañaron a unos y otros; las vacas gordas benefician a unos y otros. En 2015 hubo en España 15.000 millonarios más que en 2014. Ese mismo año salieron del nivel de pobreza 250.000 españoles. Dicho en román paladino, la riqueza nos beneficia al conjunto; la pobreza nos perjudica alicuotamente.

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