OPINIóN
Actualizado 26/07/2016
Francisco Delgado

Por "todo lo demás" entiendo la seguridad de la población, la sanidad, la educación, la cultura, el bienestar ciudadano, todo lo que compone el ya viejo concepto de "calidad de vida".

Los últimos atentados ocurridos en Europa en los últimos años, que han dejado cientos de ciudadanos inocentes masacrados, ponen de manifiesto, aunque nos parezca escandaloso reconocerlo, agujeros negros que son en parte responsables de estas irracionales matanzas. Uno de ellos, no el menos importante, es el deterioro de los servicios de salud mental, de las especialidades de psiquiatría y psicología, en las últimas décadas. ¿Qué tiene que ver este deterioro con los atentados sufridos en Europa? El hecho de que la mayor parte de ellos han sido ejecutados por jóvenes con probados síntomas psicopatológicos graves. Algunos, además, estaban vinculados a organizaciones políticas extremistas, pero en otros ( el de Niza de hace un mes escaso, el de la semana pasada de Múnich, el del agresor del tren también en Alemania con un hacha de hace unos días, el del joven piloto del avión Barcelona- Dusseldorf estrellado, el del noruego de hace cinco años diagnosticado de psicosis paranoide) el factor decisivo para cometer esas terribles locuras fue su falta de salud mental; jóvenes europeos con trastornos graves de su personalidad, que un par de décadas atrás estarían recibiendo tratamiento psiquiátrico ingresados en un hospital, ahora están por las calles, sin un tratamiento eficaz o sin tratamiento alguno.

Como el único criterio que predomina para todo tipo de "reformas" es el económico, incluida la salud, se cierran unidades, se abrevia la formación de los profesionales, se da de alta precipitada a enfermos que necesitan más cuidados, etc. (En Salamanca conocemos este criterio puramente economicista en las políticas de salud).

Las instituciones psiquiátricas no han mejorado, los enfermos mentales siguen teniendo escasos recursos asistenciales, la investigación psicológica y neurológica va por caminos extraviados queriendo demostrar hipótesis ya hace muchas décadas demostradas por la clínica psicopatológica.

La tristeza por los nueve muertos de Munich es superior al sentimiento de ridículo de toda una gran ciudad colapsada por el miedo y la locura de un joven enfermo mental delirante, que debería haber estado ingresado en un centro psiquiátrico, en lugar de estar por las calles, con una pistola en la mano, queriendo vengarse de fantasmas imaginarios que le acosaban.

Si los políticos no quieren o pueden tomar nota, tendrá que ser la sociedad civil la que dé la señal de alarma de las consecuencias del deterioro de las instituciones psiquiátricas y de psicología clínica, en la seguridad de la sociedad.

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