OPINIóN
Actualizado 25/07/2016
Francisco Iglesias

La sociedad ha idealizado algunos de los cambios importantes en la vida de las personas, como comenzar a vivir en pareja o ser padres, sin duda ambas situaciones pueden generar bienestar, ofreciendo el contexto adecuado para el desarrollo personal, pero también en muchas ocasiones, sino en todas, son el origen de conflictos. La visión idílica de la maternidad y la paternidad no permite ser objetivos con las renuncias que supone tener un hijo, la bibliografía que hace referencia este cambio está llena de títulos embaucadores, que animan a la labor, pero si la lectura fuera la introducción de "Duérmete niño" (libro muy popular entre padres primerizos para conseguir hábito de sueño adecuado), es posible que algunos desistan de la labor.

En los últimos años se ha observado un mayor incremento de divorcios entre parejas con hijos pequeños, lo que precisamente puede estar relacionado con cómo cada miembro de la pareja ha vivido ese cambio, como también ocurre en divorcios de padres de adolescentes rebeldes, o que viven la difícil situación de una enfermedad grave o la muerte de un hijo, situaciones donde se producen altos niveles de estrés y que requieren una dedicación casi completa a los hijos, quedando la pareja relegada a un segundo lugar, es entonces cuando los hijos se convierten en la causa de algunas separaciones, así como también son la excusa para no separarse de muchas parejas que no funcionan.

Un hijo no deseado por un miembro de la pareja, o por los dos, suele encontrarse en la base de algunas de estas situaciones, pues llega a dar al traste con proyectos personales, profesionales e incluso de pareja, también que el reparto de las nuevas responsabilidades no se haga de manera equilibrada, o al menos consensuada, lo que ocurre muy a menudo cuando la herramienta de la comunicación no se utiliza de la forma correcta, ocasiona que uno de los dos se sobrecargue o que alguno tenga que asumir asuntos para los que no está preparado, igualmente la falta de madurez o capacidad de renuncia de uno de los dos ante el nacimiento provoca ese desequilibrio, esto se ve cuando uno de los dos miembros de la pareja, a pesar de haber tenido un hijo, no cambia para nada sus rutinas, mientras que el otro lo hace por completo.

Otros divorcios se producen en los primeros años de vida del niño aparecen tras surgir diferencias de criterios ante los cuidados y la educación del niño, lo que en un principio, bien gestionado, podría ser muy enriquecedor es también la causa de discusiones de la pareja, alianzas con los hijos,?, también cuando los hijos son demasiados seguidos aumenta el estrés y disminuye las posibilidades de que la pareja dispongan de un tiempo a solas.

Hay parejas que ya teniendo dificultades buscan tener un hijo para salvar la relación, lo que es una gran responsabilidad que ellos no han sido capaces de resolver y que se espera que alguien que aún no ha nacido lo consiga, aunque si es fácil entender que si se ha idealizado "ser padres" puede llegarse a creer que puede funcionar,?, no sólo no es la mejor solución, sino que además puede aumentar las dificultades considerablemente, por muchos de los motivos que antes he descrito y otros que seguramente me dejo en el tintero, además de los que ya de por sí no funcionen antes del nacimiento. Los problemas de pareja deben ser resueltos por la pareja, con ayuda profesional si es necesario, pero ni unas vacaciones, ni comprar una casa más grande, ni por supuesto tener un hijo es la solución,?

El estrés, la frustración, los temores que generan la crianza de los hijos tienen efecto en cualquier pareja, muchas superan ese desgaste, cuando la relación está "saneada" es más probable conseguir continuar el camino de ser padres en pareja, la confianza, el uso correcto de la comunicación, la aceptación del otro, tener proyectos comunes, no sólo en relación a los hijos, sino también a la pareja, son aspectos que pueden hacer entender que aunque se esté en un proceso de adaptación difícil en la relación, ésta puede salir adelante, sin embargo, en otras ocasiones la decisión de la ruptura es también una solución cuando no se superan los obstáculos, pues también han aumentado los casos de parejas que se ponen fin a su relación una vez que sus hijos son mayores, pues en realidad sólo han sido padres durante muchos años, y cuando la ruptura de la convivencia es una realidad, es recomendable usar la mediación familiar, fórmula que facilita funcionar bien como padres tras dejar de ser pareja.

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