OPINIóN
Actualizado 23/07/2016
José Antonio Mirón

La temperatura sanitaria de Salamanca está en niveles febriles porque ya son demasiados años soportando gestiones inadecuadas y porque los sesgos sociopolíticos han marcado su evolución e involución de las últimas décadas. Algunos han olvidado que el Sistema Sanitario español es fruto del esfuerzo de muchas generaciones y su gran valor es ser soporte social para la recuperación socioeconómica de muchas familias y generaciones.

Sin embargo, siendo conscientes de la evolución sanitaria general, no se puede afirmar lo mismo de la sanidad salmantinae, más bien lo contrario, se ha perdido posicionamiento y crédito por su deterioro general y, en particular, del hospital universitario de una ciudad emblemática y universitaria como la nuestra. Basta con analizar los rankings hospitalarios para observar que el hospital clínico universitario o complejo asistencial universitario salmantino está bajo mínimos por su amortización ocupacional y un medioambiente laboral nocivo que perjudica el trabajo en equipo y la profesionalidad.

Si tenemos que analizar las causas de esta evolución, se debe poner de manifiesto que existen muchas; pero algunas son determinantes y otras condicionantes. Las determinantes pasan por la falta de una gestión sanitaria adecuada a las necesidades de innovación científica y técnica que permitan adecuar la organización a las necesidades sanitarias planteadas tanto en la Atención Hospitalaria como en la Atención Primaria. La gestión salmantina de las últimas décadas ha sido burocrática y administrativa, mirando a los problemas de perfil, lo que se ha propiciado un ambiente profesional de insatisfacción, frustración e impotencia. Este caldo de cultivo ha creado un ambiente sesgado que premia a los conniventes en lugar de a los competentes y, además, donde se persigue a los que van de frente. Los condicionantes, la falta de liderazgo y autoridad para tomar medidas y reducir la excesiva demanda y utilización innecesaria de los servicios sanitarios por motivos clínicos, como ocurre con el 30% de las urgencias y una gran mayoría de las consultas de A. Primaria. También, el no fomentar la Educación Sanitaria de la población general que es un elemento a tener muy presente para la sostenibilidad de la sanidad y muy trascendente para la Salud individual y colectiva.

Lo que ocurrió el martes pasado no es una postura frente a la externalización de la gestión como fue el movimiento de las batas blancas de la comunidad de Madrid. Se trató de defender la Sanidad Salmantinae porque no se puede seguir con un deterioro orgánico y funcional que se ha convertido en crónico y multiorgánico.

Para buscar soluciones, se debe empezar por lo prioritario, profesionalizar la gestión sanitaria dado que la política y sus sesgos han llegado a tales niveles de incidencia y prevalencia que son incompatibles con un funcionamiento de la Sanidad que consiga altos niveles de Calidad, Seguridad, efectividad y eficiencia.

Por último, los hospitales y los Centros de Atención Primaria deben de organizarse para resolver los problemas y las necesidades de los pacientes de este siglo y no las del pasado. Su estructura orgánica y funcional debe permitir y favorecer que existan tratamientos integrales y continuados en los pacientes del Área de Salud de Salamanca. Es decir, en la delimitación geográfica y sanitaria salmantina se debe fomentar la Salud, la prevención, la recuperación y la rehabilitación. Todo ello enfocado a un paciente activo, responsable y que quiera, y pueda gestionar mínimamente su Salud

JAMCA

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