OPINIóN
Actualizado 21/07/2016
Víctor Hernández

Comienza la temporada del año en la que la música es parte fundamental de las actividades de cualquier localidad. Las festividades patronales de cada lugar hacen que se mueva una cantidad importante de músicos por las carreteras de toda España, pero no solo músicos, sino también muchos profesionales que están relacionados con esta actividad como D.J.´s, técnicos de imagen y sonido, montadores, etc.

Es sobre todo en agosto cuando los grupos musicales (lo que conocemos generalmente como orquestas) amenizan las fiestas de los pueblos y hacen, válgame la redundancia, su agosto. Si bien es cierto que no estamos en la mejor época para las contrataciones de este tipo de espectáculos, debido a la acusada crisis, no hay lugar que se quede sin sus merecidas fiestas y donde grandes y pequeños puedan disfrutar de un sinfín de temas, desde los más populares hasta los últimos éxitos del verano (que por otra parte ya nos vienen vendiendo desde inicios de la primavera).

Y es que no hay duda, no concebimos la fiesta sin la música y esperamos de ella la mejor calidad y el mayor volumen, como si así, acogiéndola dentro de nosotros consiguiéramos liberar todas las tensiones de nuestras vidas, acumuladas desde que acabasen unas fiestas y empezara la cuenta atrás para las siguientes.

Esto me hace pensar que seguimos siendo aquellos humanos que, olvidando su rol social, acuden a la música como elemento ritual, siempre conductor y socializador que nuestra especie lleva utilizando desde los principios de nuestros tiempos. Algo que, sinceramente, espero que no se pierda jamás.

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