Nuevo éxito de la representación de la obra 'Teresa, jardinera de la luz' a cargo del grupo Lazarillo de Tormes de la ONCE
Es difícil imaginar que una mujer del XVI, y además monja fuera capaz, en la férrea sociedad de su época, de romper moldes y abrir fronteras en aras de un mundo más equitativo para todos los que en aquel tiempo vivían. Muchos eran los inconvenientes para que esta situación fuera factible. En la España del Renacimiento y más concretamente en la de Felipe II, las fronteras geográficas apenas existían para nuestro país, entonces poderoso Imperio que dominaba incluso allende los mares, pues el Descubrimiento del Nuevo Mundo apenas acababa de producirse, gracias a nuestra bandera y la equivocada intuición de un almirante ambicioso; probablemente procedente del otro lado de nuestra frontera. Todo esto es una auténtica paradoja si nos paramos a pensar en la cerrazón que las mentes de aquellos hombres de nuestros entonces reinos manifestaban para con los suyos. Era un mundo de varones que configuraban una élite dominadora por encima de la gran mayoría de congéneres desfavorecidos por no pertenecer a los círculos más privilegiados de la sociedad, y lo que las normas de esta establecían. Esto, desgraciadamente, alcanzaba al ámbito femenino, pues fuera cual fuese la procedencia de las mujeres, siempre eran consideradas elementos de segundo orden, en lo que no influía ni siquiera la alcurnia en las tareas que se les encomendaban a priori, sólo por el hecho de serlo. Y en este mundo nació nuestra carmelita, Teresa de Jesús, que vino al mundo, y a este en concreto, para no respetar ningún tipo de frontera; y lo que al principio fue un comportamiento intuitivo y espontáneo, se tuvo que convertir en una especie de inteligente rebeldía, para saltar por encima de moldes, y no permitir sin que se notara mucho, la injusticia de la desigualdad que algunos establecían. Su figura se ha convertido así en universal y extemporánea.
Teresa, la jardinera de la luz, obra, que como ya sabemos, debido a su impactante éxito, es representada por el grupo de teatro de aficionados Lazarillo de Tormes, condensa en el guión de su montaje, que apenas sobrepasa la hora, todo el excitante y admirable argumentario que supone la vida de esta mujer y monja del siglo XVI. Esta pieza teatral ha cruzado también todas las fronteras del espacio mediático para el que nació, como tantos otros acontecimientos. Nos referimos a la conmemoración del V Centenario del nacimiento de Teresa. Con sus 122 representaciones, sigue su recorrido a lo largo del 2016, pues muchas son las localidades que todavía demandan su puesta en escena. En la tarde del día del Carmen, de este año, y con motivo de la conmemoración de su Patrona, Trabanca, pueblo apegado a la vida de frontera, abre las puertas de su iglesia parroquial para recibir a este grupo teatral, que con su buen hacer, ha elevado a categoría profesional la puesta en escena de Teresa, la jardinera de la luz. Otros pueblos colindantes a éste, sito en el maravilloso entorno de Las Arribes del Duero, ya han disfrutado de su representación. Tanto Vilvestre como Villarino de los Aires, han sido la mejor publicidad, gracias al público que allí disfrutó de la obra. En día tan señalado para la Orden de Carmelitas, las monjas de Teresa de Jesús, avanzan por esos caminos abriendo fronteras al mensaje y vida de su admirable madre, y llegan a una de las puertas de nuestras fronteras, Trabanca, que a lo largo de muchos años, ha dado muestras de ser un gran anfitrión para todo aquél que a sus parajes llega y se encandila con su salvaguarda del entorno de su Parque Natural y la conservación de las tradiciones que la forma de vida de muchas generaciones precedentes le ha donado.
A pesar del mundo globalizado en el que nos hallamos inmersos, Trabanca ha sabido aprovechar este fenómeno para realzar por encima de esta realidad sin sentido, sus orígenes, tradiciones, el valor imperecedero de sus costumbres y la belleza que la Naturaleza le ha regalado. Cruce de caminos entre provincias, países y modos de vida, este pueblo ha sabido hacerse ver, recuperando para un mundo vacío y gris, todo el colorido que da a la existencia las cosas hechas con mimo y esfuerzo para que ésta tenga sentido. Las hermanas carmelitas que se acercan a la localidad, con sus hábitos polvorientos del camino, recuperan fuerzas y alegría al contemplar un entorno que les recuerda lo que la madre Teresa es para ellas, una jardinera de luz. Se paran en La Fragua, donde pueden cambiar los herrajes de sus fatigadas mulas, y después de beber en la fuente, y dejarlas a la sombra del bonito campanario de la iglesia de la Asunción, entran en ella cantando un Kyrie Eleyson, que será la varita mágica que las traslade tanto a ellas, como al público presente en el recinto, a otro lugar que de igual forma está allí, porque el ambiente se transforma en algo universal en el tiempo, como ha demostrado ser Teresa de Jesús. Por ello a nadie le extraña sentirse de repente en el convento de Alba de Tormes, donde Teresa agoniza y sus hermanas que llegan para acompañarla, nos la descubren en su totalidad. Un dominico que allí aguarda da lugar a una defensa a ultranza de estas mujeres a favor de su madre, pues provoca la réplica valiente a las acusaciones de este hombre enviado de la Inquisición.
Adentrarse pues en la misteriosa seducción que Teresa representa y verla viva, actual siempre y conectada con cualquier paraje y gentes a las que se aproxima, nos hacen entender la grandeza de la naturaleza humana cuando nos reconocemos en el otro y aceptamos que lo que nos une y nos divide, nos hace únicos. Esta mujer hizo de su existencia un espejo de la vida donde nos observamos y observamos nuestro entorno. Vivió intensamente y expresó su experiencia de amor a un Dios, el más perfecto de los hombres que se enamoró de su condición humana, como Él fue hombre también. Y así Teresa fue de Jesús y Jesús de Teresa, para hablar un mismo idioma con el que comunicar a los hombres un mensaje que lleno de palabras plenas, a veces no necesitaba de ellas. Teresa fue clara en sus paradojas, fuerte en su debilidad, mujer que se enamoró sin límites, envolviéndose en el hábito de su amor por esos caminos, y mente lúcida que no tuvo miedo de confesar sus pensamientos y emociones a un mundo que creía capaz de sentir como ella. Denis Rafter ha condensado en un texto de una hora todo este recorrido vital, y la ha dirigido con la elegancia estética que vemos en escena. Escena que se ciñe a los altares de tantas iglesias llenas de la energía vital de los espectadores que entienden lo esencial de lo narrado. Javier de Prado nos recuerda en cada representación que en esto radica la clave de la conexión con la obra. Y en un punto de nuestra geografía tan lleno de la fuerza de las pisadas de tantas vidas de camino como las de la carmelita, como es Trabanca, su fiesta del Carmen nos recordó frente a la voz de Teresa que todos somos marineros guiados por una luz y que navegamos sobre las aguas de un mar lleno de vida y tesoros. El mercadillo de Trabanca nos adentra también cada mes en este oleaje de gentes que van y vienen, que intercambian su vida y trabajos y que cruzan fronteras en un mundo en el que no debería haber puertas.