OPINIóN
Actualizado 11/07/2016
Redacción

La noche avanza. La oscuridad venció: el cuerpo de la luz fue devorado en el jardín por las escolopendras. La brisa serpentea en mi corazón como una lagartija transparente. Abriendo puertas a la desesperanza, con una mano triste y otra herida, intento sostener la claridad que, en mi interior, aún sigue fulgiendo. Veo el campo rojo ahogado en la penumbra y en mi conciencia pura llamea el sol. Mi voz resistirá a pesar de todo. Duele vivir rodeado por las sombras que han derrumbado el lúpulo del cielo. A veces, como ahora, suena el tiempo -los días que caerán sobre mi ánimo- con el cansancio torpe de un tambor.

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