OPINIóN
Actualizado 11/07/2016
Francisco Delgado

Aquellos versos de Antonio Machado "Españolito que vienes al mundo?", esculpieron la visión fragmentada de dos Españas, una inmóvil, aferrada a un imaginario pasado glorioso y otra con la mirada en el futuro, en la modernidad.

El triunfo occidental de los neoconservadores y de los ultraliberales ha ido configurando, año a año, mes a mes, un mapa social de España (y similar en toda Europa y quizás en todo occidente) compuesto por tres estratos bien definidos: los ricos, los pobres y un tercer grupo, restos de las anteriores clases medias, que se podría definir como los que sin poder económico alguno mantienen la existencia de la cultura, de la educación, de la crítica.

El gran cambio sociológico de las últimas décadas es el producido en los "ricos": los anteriores ricos, provenientes de la aristocracia, de la alta burguesía o de la propiedad de las pocas pero potentes industrias, eran ricos que también atesoraban el arte, el saber, eran mecenas del desarrollo cultural y tenían nombres y apellidos. Los nuevos ricos del capitalismo son anónimos ( fundaciones bancarias o de grandes multinacionales) y tienen como objetivo exclusivo el propio crecimiento de su poder económico; no solamente no están interesados en las manifestaciones culturales sino están interesados en lo contrario: en que la educación y la cultura de los ciudadanos disminuya; necesitan mano de obra barata, sumisa e ignorante.

La población pobre, con riesgo de pobreza, o en los aledaños de la misma ha crecido enormemente en estas últimas décadas y, paralelamente, ha disminuido la red social de ayuda institucional creada anteriormente para su protección. Desconectados por la falta de medios para subsistir y por falta de preparación profesional, son mucho más débiles que la anterior clase proletaria. Su defensa apenas la asumen minorías vocacionales muy limitadas.

¿ Y ese tercer estrato de población, significativamente diferente de los pobres y de los ricos? ¿Cuál es su función? Es la población que ejerce todas las tareas útiles y/ o necesarias socialmente. La sanidad, la educación, los trasportes, las empresas necesarias para la producción de los artículos de nuestra vida cotidiana, la cultura, los servicios sociales, la alimentación, la información, todo ello es ejercido por profesionales que mantienen vivo el tejido social. Pero es un estrato separado radicalmente de los otros dos. No por ninguna ideología o política, sino porque los hechos diarios, consumados, son así. Son "tres Españas", tres sociedades cada vez más cerradas sobre sí mismas. Lo único que les aglutina es el territorio físico en el coexisten.

Cada vez más el debate electoral se aleja más de esta realidad y se sustenta frágilmente en algunos mensajes concebidos por expertos en marketing y sobre todo en la imagen que, como producto, se ofrece: ¡votamos imágenes!, no programas políticos y menos realidades.

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